CARAS QUE VEREMOS, por José Luis Mozo
Recientemente presenté en una
biblioteca de Molina de Segura la continuación de mi primer libro La Barca del
Portugués, con el título de La Última Aspa Roja. Es una ucronía novelada sobre
el futuro que le espera a Europa por el crecimiento de la inmigración africana,
de creencias musulmanas en su mayoría.
Varios de mis lectores dieron en
considerarlas novelas proféticas. No era mi intención, pero lo cierto es que cuatro
meses después de presentar mi primer libro en Madrid, se presentaba otro en
París con análogo tema, escrito en francés y por un candidato a premio Nobel.
Eso demuestra que la preocupación por estos movimientos sociales ya venía
calando en Europa.
Tras este primer aviso, se fueron
dando otras coincidencias, probables causalidades puras… para quien crea en las
casualidades. En el capítulo XI de la segunda novela, ya con un gobierno
islámico instalado en la dirección de la tercera república, los dos más
destacados líderes del republicanismo clásico, aliados en las fotos y rivales
en el encono por alcanzar el sillón presidencial – lo normal en política –,
discuten sobre las consecuencias que la situación puede crear. En concreto, uno
de ellos teme que el rechazo vasco a la intromisión en su tierra de una
diferente forma de vida – esto y no sólo la religión, es el islam – pueda sacar
de su retiro a viejos gudariak de ETA ya jubilados. El otro le resta
importancia y se ofrece a resolverlo personalmente. Transcribo de forma literal
las palabras que puse en su boca: “No será un entendimiento complicado. Lo
que realmente quieren es no perder tajada al repartir. Con quien la cagasteis
fue con Franco. Lo amortizasteis demasiado pronto y demasiado barato, trasladando
un saco de huesos, cuando aún podía darnos mucha cuerda. Por lo menos, hasta
mitad del siglo”. Y miren ustedes como, de improviso, la izquierda real de
hoy monta una jornada “franquista” para el recuerdo y la conciencia del peligro
que acosa al mundo feliz de libertades que nos vienen construyendo.
Supongo que ese mundo se refiere a
lo que se considera occidente, es decir a Europa y Estados Unidos, ya que en el
“otro” mundo – o sea, en la gran mayoría – hay tiranías que campan a sus anchas
sin que nadie las importune. Francamente, no veo a Europa regresando al
fascismo, y menos con esta deslavazada Unión Europea. Y si el sarao es un gesto
a lo que sucede en USA, quiero aclarar que fascismo no es, según la última
acepción puesta en solfa por modernos progres, cualquier cosa que les fastidie,
y que un presidente salido de unas unas elecciones y urnas limpias no puede ser
de entrada tachado de fascista. Y esto se lo dice un humilde gacetillero que ha
escrito y reescrito, más veces que ninguno, que el mayor problema por el que occidente
atraviesa es esta manía sorprendente de la que se ha contagiado el elector
americano: la de sacar presidentes de los geriátricos. Recen – los creyentes –
para que se les pase pronto.
Así pues, ¿a qué viene esta
tontería sobre la evocación a Franco, un personaje que para nuevas generaciones
de escolares – tras la llegada de la democracia real, en lo que modestamente la
quinta del 68 tuvimos una importante participación – era hasta desconocido? Una
práctica muy reciente, incluso actual, es el uso perverso que se hace de nuevas
bombas informativas – algunas de fuegos artificiales – para meterlas en la
actualidad y así fingir apagar los fuegos auténticos. Y de nuevo pienso en el
2030.
2030 nace en Naciones Unidas en
septiembre de 2015, tras una gestación de 20 años, o sea que ya está en edad
madura en su camino a la plenitud feliz. Siendo erradicar el hambre y la
pobreza su primer objetivo, no hubo narices para oponerse a ello, así que más
de 140 países dieron su aprobación a una agenda, llena de objetivos para
alcanzar y de mojones para recorrerla. Entre esos muchos espulgamos algunos
tópicos sobre el bienestar social: educación, igualdad, empleo, ecosistemas,
universalidad en los derechos al agua – ¿será por eso que en los estatutos de
nuevo talante hay regiones húmedas dueñas únicas de su agua? –, empoderamiento
de la mujer… Entiéndase de la ya empoderada. Porque de los cientos de millones
de esclavas que existen y siguen naciendo no se habla. Son consecuencia de
costumbres o religiones, respetablemente denominadas hoy “culturas”. No vale
recordar que cultura era el efecto de cultivar los conocimientos humanos y de
afinar por ejercicio las facultades intelectuales.
Quizá, de esta retahíla, los dos
mayores delirios del hombre sean la sanidad y el control del clima, esto es,
vivir eternamente – en este mundo – y hacerlo como divinidad. Lo primero,
dejémoslo a la investigación médica, aunque tras las mejoras incontables que
nos han conseguido no me parece esta iniciativa nada seductora. Cuanto más se
avanza en alargar el tiempo de la vida menos se logra en frenar su deterioro. Y
respecto a la condición de dioses, se nos ofrece nada menos que salvar al
planeta, que lleva cuatro mil quinientos millones de años dando vueltas y
seguirá otros tantos sin que para ello nos necesite una higa. Muy al contrario,
somos nosotros quienes lo necesitamos a él. Porque es nuestra casa, la única
que tenemos, que hemos tenido y – probablemente – que tendremos. Por ello hay
que mantenerlo habitable y limpio. Si lo llenamos de porquería – física y moral
–, se hartará, nos escupirá hacia la extinción y continuará dando sus vueltas
tan campante.
Dejo para el final los mojones
que, junto con el inicial de acabar con el hambre, forman a mi juicio la espina
dorsal de nuestras necesidades: ciudades (o sea, vivienda) para todos, energía
asequible, justicia y paz. No se entiende por qué la paz no va en cabeza,
siendo imprescindible para todo el resto, pero se explica por el negocio de
primera magnitud que supone la guerra – cuanto más crónica mejor –, no sólo en
lo inmediato sino como asentamiento de los nuevos tiranos. Los mismos que
tienen en sus manos la alimentación, la vivienda y la energía, cuyos precios no
se han enterado de lo que significa asequible a la totalidad de los hombres. Claro
que, al final, se explica todo. Incluso por qué una larga conspiración ha
sacado de las opciones de diversificación a la energía nuclear, la única capaz
de hacer frente a los señores del gas y del petróleo, que quedarán como
imprescindibles entre los nuevos amos. Mientras, una banda de tontos
necesarios, ansiosos por encumbrarse y sin preparación alguna, te dictan qué
comer, cómo vivir y cómo serán tu bienestar y tu felicidad. Te cuidan tus
bosques – que por eso se queman –, inundan tus pueblos, te obligan a renovables
que nada tienen que renovar, ceden la industria y los nuevos materiales
imprescindibles a la más lista de la clase – China – y hacen crecer sistemas
totalitarios – que ya mostraron su destructiva inutilidad en el pasado –
con estados liberticidas
omnicontroladores.
La parte divertida estará en ver
cómo se les quedan a estos tontos las caras cuando se enteren de cuál ha sido
su verdadero papel y vean las cumbres que los esperan.
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