jueves, 2 de julio de 2020

ECO.54 JUANA DE VEGA (Marquesa de Espoz y Mina, escritora romántica y activista política)

JUANA DE VEGA  (Marquesa de Espoz y Mina, escritora romántica y activista política), por Andrés Pérez García



Esta singular y genial mujer gallega luchó mucho y trabajó incansablemente para incorporarse a aquella sociedad eminentemente varonil y machista del mundo romántico. Quería, junto a otras mujeres de distintos lugares de España, estar presente y publicar sus escritos, dar charlas y asistir a convocatorias culturales y políticas. Era necesario dar a conocer el papel de la mujer en la literatura y en la sociedad.
Hay un despliegue de mujeres de todos los lugares de España que no quieren seguir ignoradas por esa sociedad exclusiva masculina; quieren ser literatas, escribir y adoptar en su vida personal estos pensamientos: la exaltación del yo como persona autónoma, el amor por la Naturaleza, la defensa del rebelde y la apología de la libertad.

Juana de la Vega nació y murió en La Coruña (1801-1872). Su padre era un rico comerciante liberal, que la educó en los principios de la ilustración de sacar a la mujer fuera del hogar; eran aquellos tiempos en el que se decía y hacía que la mujer no debía saber leer ni escribir, pues solo la ignorancia podía salvarla de su perdición.

El padre era liberal y hombre culto, teniendo desde el primer momento la idea de que su hija tuviese una formación académica lo más completa posible en ideas liberales y en educación, contratando para ello a preceptores particulares que le impartieran clases de gramática: latín, humanidades y francés, además de otras materias que completasen su formación académica. Contó también con la ayuda de su madre, que leía mucho y tenía un gusto excelente por la literatura.

A los 16 años contrajo matrimonio con el general liberal Espoz y Mina, guerrillero en la Guerra de la Independencia, y 24 años mayor que ella. Su matrimonio le permitió tener una vida intensa, pues acompañó a su marido en sus destinos y así pudo relacionarse con muchas personas y visitar ambientes liberales y literarios.

Como todas las escritoras de su tiempo sus comienzos fueron de una actividad intensa: charlas, reuniones, conferencias, artículos… Además de ayudar a su marido a tomar notas para la redacción de sus memorias, colaboró con Concepción Arenal en numerosas actividades de asistencia social.

Pasó por todo el suplicio que los vaivenes políticos entre moderados y progresistas llevaron a la escena española, teniendo, en muchas ocasiones, que exiliarse acompañando a su marido, que ella aprovechó para conocer el pensamiento y las ideas de sus compañeros europeos.

Al fallecimiento de su marido, se recluyó en su casa de La Coruña y se dedicó revisar y terminar las memorias de su marido, siete volúmenes, labores de beneficencia, que consideraba como un deber cívico, siguiendo, además, con sus actividades culturales y liberales.

Cuando, por matrimonio morganático y múltiples devaneos, fue desterrada la reina María Cristina, nombraron a Juana de Vega aya de la futura reina Isabel II y de la infanta Luisa Fernanda, con el encargo de educarlas y de ambientarlas en los valores de una monarquía liberal constitucional.




A los dos años fue destituida por los moderados, regresando nuevamente Juana Vega a su casa de La Coruña, donde terminó las Memorias de Espoz y Mina, escribiendo también un libro precioso, que con el título de “Apuntes para la historia del tiempo en que ocupó los destinos de aya de S.M. y ALTEZA y camarera mayor de palacio”, nos detalla la vida en palacio durante esos dos años: Isabel y Fernanda no tenían modales, no sabían lo que era la disciplina, comían a deshora, no podían estar más de media hora sentadas, apenas sabían leer y escribir y, sobre todo, la futura reina no tenía interés ni mente para aprender algo; las damas de compañía tampoco tenían modales ni disciplina. Otro detalle, escabroso, que nos relata es que, con motivo de la presentación pública de la reina, quiso que llevase puesta una joyita para que realzase su altivez, no pudiendo, porque la reina María Cristina se había llevado todas las joyas del joyero real en su exilio. Juana de la Vega está considerada como una excelente historiadora moderna.

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