HISTORIAS DEL CANTÓN MURICANO: EL BOMBARDEO DE ALMERÍA, por Paco Acosta
La Junta Cantonal, desde
Cartagena, aprovechándose de la importante fuerza naval con que contaba,
intentó que las localidades vecinas se adhirieran al proceso de expansión de la
revolución cantonal. Para ello, en el verano de 1873, se organizaron incursiones
marítimas a Torrevieja y Orihuela por el litoral norte y a Mazarrón y Águilas
en el litoral sur. Si bien las adhesiones “políticas” se consiguieron por la
presencia de un fuerte contingente de hombres armados, es de destacar que en
cualquier caso tuvieron resultados “económicos”, pues se conseguían, de grado o
por la fuerza importantes cantidades de víveres y dinero.
La imperiosa necesidad de recaudar
fondos amplió el radio de acciones de estas incursiones, por lo que días más
tarde, llegaron con la fragata Tetuán y el vapor Fernando el Católico,
a la localidad almeriense de Garrucha, donde desembarcaron más de 600 hombres y
desde allí por tierra se dirigieron a Cuevas de Almanzora y Mojácar. No
obtuvieron resultado político, es decir la implantación de Juntas
revolucionarias, pero sí bastantes provisiones y dinero.
Poco tiempo después lo intentaron
de nuevo, y realizaron otra salida, al mando del general Contreras, con
intención de llegar a Almería y Málaga, y con la pretensión de impulsar y favorecer
el movimiento cantonal de la Federación española, conforme a lo que habían decretado
en las Cortes. La expedición estaba formada por la fragata de hélice Almansa
y la fragata blindada Victoria -ambas fuertemente artilladas- y un
contingente a bordo compuesto por dos regimientos y un batallón de infantes de
Marina.
Fragata Victoria |
En el viaje desde Cartagena a las
costas andaluzas fueron seguidas por la fragata prusiana SMS Friederich Carl.
Al llegar a Almería, el 30 de
julio, tuvieron lugar una serie de parlamentos entre el general Contreras y las
autoridades representantes del Ayuntamiento y la Diputación, a las que se unió
el cónsul inglés. La exigencia de los cantonales era la formación de un cantón
mediante votación popular, el abandono de la ciudad de las fuerzas centralistas
y que les entregaran todos los fondos de la hacienda pública -estimados en
100.000 duros- para atender a los gastos de la armada. Continuaron la
negociación, a la que se unió también un brigadier alemán, sin llegar a un
acuerdo, aunque se rebajó la cantidad a 50.000 duros, pero manteniendo la
exigencia de que abandonasen la plaza las fuerzas que estaban allí en
guarnición. La respuesta fue negativa, y los de Almería comenzaron a construir
parapetos con sacos de arena, preparándose para la defensa de la ciudad. Por su
parte el general Contreras indicó que si las tropas no abandonaban la ciudad,
las expulsaría a cañonazos.
A media mañana comenzaron a
disparar contra la capitanía del puerto, una casa situada frente al cuartel de
la guardia civil y el lugar donde estaba acuartelado el resto de la guarnición.
En cualquier caso no se efectuaron disparos hacia el interior de la población.
Desde la plaza se contestó con una lluvia de balas, resultando heridos dos
soldados, uno en una mano y otro en un pie, únicas desgracias sufridas por los
cantonales. Hasta las seis de la tarde se habían disparado unos 30 o 35
cañonazos.
Esta acción bélica fue muy
controvertida y tuvo inmediata repercusión en las Cortes. Unos comentaban que
los efectos del bombardeo fueron insignificantes, apenas unos leves daños en
los edificios (en palabras del gobernador de Almería: “No ha habido
desgracias que lamentar más que algunos contusos. El destrozo de los edificios
ha sido de alguna importancia”), mientras que otros pretendían desacreditar
la República con absurdas y ridículas exageraciones, describiendo Almería poco
menos que reducida a escombros por los cañones cantonales y con las calles
sembradas de cadáveres mutilados.
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