jueves, 2 de julio de 2020

ECO.54 HISTORIAS DEL CANTÓN MURCIANO: EL BOMBARDEO DE ALMERÍA

HISTORIAS DEL CANTÓN MURICANO: EL BOMBARDEO DE ALMERÍA, por Paco Acosta


La Junta Cantonal, desde Cartagena, aprovechándose de la importante fuerza naval con que contaba, intentó que las localidades vecinas se adhirieran al proceso de expansión de la revolución cantonal. Para ello, en el verano de 1873, se organizaron incursiones marítimas a Torrevieja y Orihuela por el litoral norte y a Mazarrón y Águilas en el litoral sur. Si bien las adhesiones “políticas” se consiguieron por la presencia de un fuerte contingente de hombres armados, es de destacar que en cualquier caso tuvieron resultados “económicos”, pues se conseguían, de grado o por la fuerza importantes cantidades de víveres y dinero.

La imperiosa necesidad de recaudar fondos amplió el radio de acciones de estas incursiones, por lo que días más tarde, llegaron con la fragata Tetuán y el vapor Fernando el Católico, a la localidad almeriense de Garrucha, donde desembarcaron más de 600 hombres y desde allí por tierra se dirigieron a Cuevas de Almanzora y Mojácar. No obtuvieron resultado político, es decir la implantación de Juntas revolucionarias, pero sí bastantes provisiones y dinero.

Poco tiempo después lo intentaron de nuevo, y realizaron otra salida, al mando del general Contreras, con intención de llegar a Almería y Málaga, y con la pretensión de impulsar y favorecer el movimiento cantonal de la Federación española, conforme a lo que habían decretado en las Cortes. La expedición estaba formada por la fragata de hélice Almansa y la fragata blindada Victoria -ambas fuertemente artilladas- y un contingente a bordo compuesto por dos regimientos y un batallón de infantes de Marina.

Fragata  Victoria

En el viaje desde Cartagena a las costas andaluzas fueron seguidas por la fragata prusiana SMS Friederich Carl.


Al llegar a Almería, el 30 de julio, tuvieron lugar una serie de parlamentos entre el general Contreras y las autoridades representantes del Ayuntamiento y la Diputación, a las que se unió el cónsul inglés. La exigencia de los cantonales era la formación de un cantón mediante votación popular, el abandono de la ciudad de las fuerzas centralistas y que les entregaran todos los fondos de la hacienda pública -estimados en 100.000 duros- para atender a los gastos de la armada. Continuaron la negociación, a la que se unió también un brigadier alemán, sin llegar a un acuerdo, aunque se rebajó la cantidad a 50.000 duros, pero manteniendo la exigencia de que abandonasen la plaza las fuerzas que estaban allí en guarnición. La respuesta fue negativa, y los de Almería comenzaron a construir parapetos con sacos de arena, preparándose para la defensa de la ciudad. Por su parte el general Contreras indicó que si las tropas no abandonaban la ciudad, las expulsaría a cañonazos.


A media mañana comenzaron a disparar contra la capitanía del puerto, una casa situada frente al cuartel de la guardia civil y el lugar donde estaba acuartelado el resto de la guarnición. En cualquier caso no se efectuaron disparos hacia el interior de la población. Desde la plaza se contestó con una lluvia de balas, resultando heridos dos soldados, uno en una mano y otro en un pie, únicas desgracias sufridas por los cantonales. Hasta las seis de la tarde se habían disparado unos 30 o 35 cañonazos.


  
Esta acción bélica fue muy controvertida y tuvo inmediata repercusión en las Cortes. Unos comentaban que los efectos del bombardeo fueron insignificantes, apenas unos leves daños en los edificios (en palabras del gobernador de Almería: “No ha habido desgracias que lamentar más que algunos contusos. El destrozo de los edificios ha sido de alguna importancia”), mientras que otros pretendían desacreditar la República con absurdas y ridículas exageraciones, describiendo Almería poco menos que reducida a escombros por los cañones cantonales y con las calles sembradas de cadáveres mutilados.

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