EL AUTOBÚS ESCOLAR -relato-, por Ricardo Márquez
Hacia mediados del siglo pasado, en Uruguay casi todos los días caminaba por un sendero de tierra, de la mano de mi madre, acompañando a mis dos hermanos mayores, hasta el cruce de carreteras donde paraba el autobús escolar.
Momento en que el vientre de mi hermano se manifestaba, presa de los nervios, con inequívocas señas de imperiosa necesidad, y allá que corría a parapetarse detrás de los matorrales.
Se desataba el caos, ya que el destartalado autobús en casi perfecta sincronía con él, hacia aparición superando la cuesta envuelto en humo negro que ponía color al esfuerzo de la cansada maquinaria.
La cabeza de mi hermano, que asomaba detrás de los
hierbajos gritaba “decirle que me espere”.
Mi hermana protestaba “¿Por qué no caga en casa?”.
Mi madre “No te limpies con la hoja de los deberes“.
Y yo con ganas de mear…
Con apuros, pero a tiempo, todo encajaba, mis hermanos subidos al desvencijado artilugio que se alejaba con toses, medio de lado, parecía un barco rumbo al desguace.
El camino de regreso a casa era muy tranquilo, caminábamos junto a unos árboles que nos ofrecían sombra, pero no nos impedían contemplar el brillante azul del cielo que evidenciando el infinito nos ratificaba en nuestra pequeñez.
Nací en una granja en la que viví hasta los cinco años, mas
o menos. Así empieza mi vida de los recuerdos; porque tenemos una vida que
vivimos y otra que recordamos.
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