lunes, 17 de agosto de 2020

ECO.55 Crónicas del Coronavirus: MURCIA EN EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS

Crónicas del Coronavirus: Murcia en el País de  Nunca Jamás, por José Luis Mozo

La fábula de Claudio Collodi nos cuenta como seducen a los niños perdidos tentaciones halagadoras que les muestran el camino hacia el país de la felicidad. Una vida con el dios ocio y su hijo predilecto, parido de la abundancia, que se llama placer. Impresionante el talento premonitorio de Collodi, a quien sólo faltó el nuevo espíritu santo, San Google, para la trinidad. Poco tardó James M. Barrie en proporcionar a los niños perdidos su nuevo paraíso, la isla de Nunca Jamás, con un invencible superniño, llamado Pan y vestido de verde ecológico, que los protege del diablo Garfio y garantiza diversión y preadolescencia eternas. Así se entierra la dura moraleja de Collodi, donde los niños perdidos son transformados en burros y condenados a entregar el resto de su maltratada vida a la mayor riqueza de sus tiranos y a morir por ella.

Han pasado más de cien años, Pan ha muerto y el diablo ahora se llama Covid, que intenta el exterminio de los nuevos protectores (epidemiólogos, médicos, científicos, sanitarios), con cincuenta mil contagios y cerca de cien fallecidos entre nuestros profesionales de salud. Así pueden manejar la situación impunemente los políticos, quienes, sin que nadie entienda el porqué, esconden muertos. Los ataúdes, señores, no se pueden esconder porque son fáciles de contar. Lo saben bien quienes los manejan (las empresas funerarias), que han registrado en los meses duros (marzo, abril, mayo, junio) un aumento del 30% sobre los treinta y cinco mil decesos mensuales que se daban en España. Mucho aumento para accidentes de tráfico. Claro que a lo mejor se justifica por el injustificable y criminal abandono de otras patologías críticas (cardiacos, oncológicos…), que se han quedado apartados como desechos hasta el final (¿?) del Covid. Apartados legalmente, por una dictadura muy legal y, para colmo, constitucional.

Y en medio de este escenario, una región autónoma pequeña, llamada Murcia, mantuvo su número de decesos en las cifras de siempre durante las fases más críticas. Existe, además de la autoridad que puedan dar la fuerza y la ley, una autoridad moral que da la razón. Murcia la tiene y el gobierno regional tiene la responsabilidad de usarla. No vale seguir aceptando la condición de hermano pequeño y sometiéndose a la voluntad del todopoderoso (y legalmente tiránico en el estado de alarma) gobierno de la nación. Ni en el mando ni en las ayudas. Tiene que poner, para ambos, su valor encima de la mesa.

El pueblo llano, que está siendo acusado de vulnerar las instrucciones de seguridad (pero, ¿hay seguridad?), sigue creyendo, a falta de un plan B del gobierno, en su milagro A, el vuelo hasta la isla de la felicidad, llamada ahora vacuna, y que nadie sabe a cuántos años luz queda después de pasar la última estrella. Porque el milagro B, la extinción del patógeno, ha caído en el descrédito. El virus no ha venido de vacaciones, sino a quedarse, y hay que vivir y sobrevivir con él. El que sí existe desde el principio, aunque la publicidad no haya alardeado de ello, es el plan B del gobierno. Lo llaman rebrote, y justifica salir volando velozmente hacia Nunca Jamás.

Nunca Jamás un nuevo estado de excepción, otra dictadura. Sólo ha servido para hacer la peor gestión de la epidemia entre los 33 países más desarrollados del mundo, según el estudio de la Universidad de Cambridge que dirigió el prestigioso Jeffrey Sachs con el equipo de la fundación Bertelsmann Stiftung para Desarrollo Sostenible. Independientes a tope. Y si algún malpensado quiere desconfiar de Cambridge y pensar que pueda barrer para casa, basta decir que el Reino Unido ocupa el lugar 31, con lo que el margen que le queda al malpensado es cortito. Mientras tanto, leyes y resoluciones con maldita la urgencia iban cayendo aquí como un goteo.

Nunca Jamás dejar campar a sus anchas a los políticos en esa gestión. Para eso están los científicos y sanitarios, ésos a los que un virus maligno y una mano negra parecían empeñados en exterminar. En Madrid, la gestión política acabó sentada sobre una gran pira de cadáveres, por la prioridad de sus agendas y sus objetivos y su ocho de marzo. Una pira tan grande que algunos viajaron quinientos kilómetros para ser incinerados. ¿No podían viajar los vivos para ser tratados? Los cortes de desatención por edad en muchos hospitales madrileños fueron una realidad por decisiones médicas. ¡No fueron políticas! Tuvieron que tomarla los médicos, abrumados por la penuria de medios, la sobrecarga de trabajo y los contagios de sus propios efectivos. Y mientras tanto, en Murcia quedaban las camas vacías, los respiradores sin usuarios, los quirófanos cerrados y una inacabable lista de espera de intervenciones porque la prioridad Covid las dejaba de lado. Para eso debió haber servido la buena gestión del gobierno.

Nunca Jamás paralizar la economía con el pretexto de la salud. El 87% de los fallecidos superan los 64 años, por lo que en su mayoría no eran población activa, con discapacidades en muchos casos. ¿Para qué esos miles de despidos temporales que acabarán en definitivos? ¿No podían algunos haber tomado el lugar de temporeros que, venidos de las partes más diversas, han sido causas de algunos rebrotes? ¿O es que el verdadero objetivo no era (¡vaya usted a saber por qué!) la salud pública, sino hundir a tres millones de autónomos, provocar la quiebra de instituciones privadas de salud y el paro de sus doscientos setenta mil trabajadores, u otros logros espurios ocultos en un plan secreto de asalto al poder?

Nunca Jamás otro paso atrás que nos siga alejando del mejor sistema hospitalario del mundo, que fue el español hasta 2013, en el que los duros ajustes económicos provocaron cierto retroceso, hoy aun subsanable. Un liderazgo basado en sumar recursos (no en destruirlos) con más economía, más calidad y más eficacia. Barcelona plasmó su preocupación por el futuro de su sanidad privada en el fondo de contingencia (Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya del 11/04/2020), pero no parece que otros territorios se hagan eco de la misma preocupación.

Nunca Jamás utilizar perversos planes de enseñanza, cuya calidad se situaba hace 4 años en la vergonzante posición 23 de los 28 países de la OCDE (y descendiendo), para convertir a niños y jóvenes en borregos de apriscos construidos a la mayor gloria y riqueza de nuevos amos. Otra vez debemos pedir que se eclipsen los políticos en favor de los docentes, a los que hay que devolver el protagonismo que su saber merece. Muchos crímenes se cometen, por desgracia, contra la infancia, pero pocos tan graves como negar a cada niño la mejor formación que él sea capaz de asimilar y hacerle nacer con una deuda imposible de pagar porque sus predecesores han tenido el capricho de vivir por encima de sus posibilidades.

Nunca Jamás la enseñanza on-line ni el cierre de la educación especial ni una escuela pública monolítica en su vaporosa igualdad, factoría de mediocridad y de futuros excluidos del mercado laboral. Siempre enseñanza presencial y plural, con el profesorado al mando, el alumnado bajo su disciplina, y el objetivo de sacar de éstos el mejor resultado posible.

Un proverbio oriental dice que la tierra no es una herencia que nos hayan legado nuestros antecesores, sino un préstamo de nuestros hijos. Bien está cuidar arbolitos y pajaritos para devolvérselo, pero lo principal es que haya hijos. No burros amarrados por la más gruesa de las cadenas (el miedo), encerrados en un zulo protector. Prudencia siempre. Miedo, Nunca Jamás.


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