jueves, 2 de mayo de 2024

ECO.78 MENSAJE CORDIAL A ANTONIO FERNÁNDEZ

Mensaje cordial a Antonio Fernández a propósito de su libro “RECUERDOS DE HOGAR” , por Ricardo Fernández y Elena Argüelles Rojo


Su amigo prologuista dice, y dice bien, del valor etnográfico de su trabajo, a mi limitado entender es importante y literariamente no me atrevo a calificarlo por lo mismo, pero sí puedo decirle que para mí personalmente ha sido de muy agradable lectura, desempolvando vivencias de mi infancia y relatos de mis antepasados que en su día hicieron volar mi imaginación y admiración también hacia aquella humilde gente.

En lo que a depósito en alguna biblioteca municipal se refiere lo creo no sólo acertado también deseable, afino lo de alguna y lo circunscribiría a los municipios, concejos, del suroccidente por razones de afinidad cultural y probable receptividad y a los de los 2-3 grandes ciudades de la región por su más amplia infraestructura cultural y académica.

Es un alivio para mí saber que lo que creía molestias e intromisión acercarme un ratito a saludarle no eran tales, muchas gracias por hacérmelo ver.

Fíjese, mi madre anciana, independiente fervorosa, vivía sola sin asistencia, no la quería, en su casa de Tineo, pero eso significaba para mí viajar frecuentemente desde Madrid para llevarla al médico o al hospital de Cangas, proveerle de medicinas y pañales, surtir su despensa, poner al día su limpieza, ...  y por qué no, también llevarla a ver a sus amigas, cuando se lo proponía se le iluminaba la cara.

Es así que la bajé a Salas a ver a su amiga Lina, la hija de Eloy el Taxista, y como inevitablemente conversaban de otras personas, mi acompañamiento se tornaba incomodidad cuando se disponían a hacer algún "traje", así que me excusaba y les decía que me iba a dar una vuelta a estirar las piernas.

Paseé la senda que discurre junto al Nonaya, crucé el puente que va a la Colegiata, tomé un café en el Berlín, crucé la calle para ojear el escaparate de la librería Cosas enfrente y allí un libro de los expuestos captó mi atención, su temática pudiera interesarme, solicité ojearle, estaba escrito en verso, no me lo esperaba, quizá se me atragantaría, dudé, leí algún párrafo y me decidí a adquirirlo.

Desconcierto. En mi rápida ojeada me pareció leer que estaba datado en La Azorera, parroquia de Gesnestaza en Tineo, y me pareció asombroso que una aldea tan diminuta hubiese visto nacer un libro tan cuco. Una vez en casa nueva ojeada, esta vez más pausada y me percato de que se trataba de La Azohía, me sonaba muchísimo, pero no podía recordar, caí, pero no podía ser, recordaba vagamente un cruce en la carretera local de Cartagena a Isla Plana. Era.

Su lectura, y más su relectura, como bien sabe, me agradó mucho, tanto en la forma que estaba escrito como en el contenido desde el punto de vista etnográfico, además del sentimiento que, no sin un toque de nostalgia, trataba de recoger y ofrecer al lector.

Cuánto me gustaría conocer a su autor y ya no digo nada me dedicase unas líneas en mi ejemplar. Aproveché un viaje en mi coche particular a Cartagena con mi hija y lo deposité en la guantera, disfrutamos de unos días meteorológicamente magníficos y visitamos lugares más aún. Una de las ocasiones planeé acercarme al El Portús, así hice y de regreso me detuve en el cruce de Canteras dudando de tomar dirección izquierda, finalmente desistí porque me parecía una molestia atrevida de un desconocido, por no decir un descaro.

No fue hasta el año siguiente que regresé, regresamos los dos, esta vez además con mi esposa Elena que me animó a visitarle. En el cruce, dirección opuesta a Isla Plana, nos adentramos en la recóndita para nosotros población. Un atardecer de Enero con una cálida luz y un muy manso mar, casi despoblada salvo algún nórdico huido del frío, nos acercamos a la zona que nos pareció más autóctona, callejuelas con nombre de Valle, y allí dimos con dos militares retirados en animada conversación que esforzaron su memoria ante nuestras pocas pistas, un instante de debate entre ellos y..., ¡claro El Asturiano, ya sé!, allí, al fondo, en lo alto, la casa que tiene la persiana a medio levantar.

Y así fue como, cortados nosotros y sorprendido Ud., le llegaron esos "paracaidistas" que decían ser de la tierrina, les abrió la puerta de su casa y con todo agrado y cariño dedicó la preciada dedicatoria en el ejemplar que hoy atesoro en mi humilde biblioteca.

Bueno, sólo pretendía corresponder brevemente a su amable correo, sin darme cuenta ha fluido la confianza, al final me he extendido un poco más de la cuenta y, sin otro ánimo que hacerle pasar un ratito agradable, al menos espero haberle provocado una pequeña sonrisa.

Sólo una cosa más ya que me he alargado. Resulta que tengo un primo jubilado en Salas, Miguel Ángel Álvarez Yáñez, con el que tengo buena relación, hijo ejemplar, tanto como esposo y padre, muy apegado a sus padres que nos han dejado ya, agradecido de sus antepasados que con su esfuerzo le dieron oportunidades para una vida mejor, empleado muchos años de una sucursal de la Caja de Ahorros de Cangas del Narcea, conocedor de su paisanaje y la vida en la aldea pues, entre otras cosas, acudía a los entierros de familiares de sus clientes, participaba en partidas de caza, ...

Tenía ganas de tener un detalle con él, así que siendo como es y no faltándole en su mesa algún ejemplar de Delibes o de alguna literatura costumbrista a medio leer, pensé, estaba seguro de ello, que sabría valorar y disfrutar de los “Recuerdos de Hogar” de un desconocido escritor.

Había pasado algún año y para conseguirle un ejemplar aproveché que tenía que pasar la Itv a mi viejo Seat 127 en Cangas del Narcea, me acerqué a la librería Treito y, bingo, les quedaba uno en el almacén según su inventario, pasé a recogerlo por la tarde, en mi casa en Tineo le incluí una pequeña dedicatoria con mis mejores deseos y al día siguiente se lo bajé para su desconcertada gratitud.

Éxito total, pasados los días me manifestó cuán había disfrutado de su lectura y que por favor, que cuando tuviese ocasión personal, hiciese llegar a su autor un saludo y su reconocimiento.

Como esta Navidad cuando pasé a saludarle me dio algo de corte trasladárselos, ahora hecho está.

Un saludo afectuoso. 



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