Tufo Electoral, por José Luis Mozo
Me parece sentir en el ambiente un cierto tufo -¿o más bien
peste?- que me hace sospechar si no estamos, sin previo aviso, en plena campaña
electoral.
El estandarte de nuestra mediocridad política viene siendo
desde hace demasiado tiempo el insulto y la descalificación del adversario. O
mejor sería decir, del enemigo. Cuesta entender que una serie de sujetos que
aspiran a representarnos y gobernarnos, a los que pagaremos el sueldo, no se
dignen informar al pueblo llano de los proyectos que tienen para aliviar los
problemas que a ese pueblo le crecen. ¿Han oído a alguien decir cómo van a
atajar el desmesurado aumento de los precios en la alimentación, en la
electricidad o en la vivienda? Y total ¿para qué? si en el 2030 nos daremos de
narices con el paraíso. Pero, ¡cuidado!, no salga fulano que… ¡menudo pieza!
Como su cuñado y su hermano y su cónyuge y su primo y su colega del cole. Eso
es todo el mensaje.
Del resto se encarga un ventilador. El ventilador del
estiércol, que se hace girar a la velocidad máxima para que la porquería nos
alcance a todos. Acabaremos en escarabajos peloteros con los excrementos a
cuestas. Y lo peor es que seremos cómplices. Porque ese pueblo, el elector, no
se resigna a perder la esperanza. Y lleva su voto a la rajita con la ilusión de
que sirva para cambiar algo a mejor. Después, ¡hala!, date una vuelta y vuelve
dentro de cuatro años. Ellos, a lo suyo. Y no reclames por lo tuyo, de la
torpeza ningún torpe es culpable. La corrupción pide pan y debe pagar por él,
faltaría más. La incompetencia no paga, pero el pan ¡lo devora! A la corrupción
puedes soltarle la UCO y que cambie el panorama. ¿No debería haber otra UCO
para la incompetencia? Porque, además de lo que representa la incompetencia en
sí misma, es una magnifica tienda de disfraces para los corruptos, que si llega
el caso se visten de tonto. Puede que den lástima, hasta compasión, algunos
que, si les vas a hacer una caricia de consuelo, de la primera dentellada te
arrancan el brazo hasta el codo.
“Elige
con sabiduría y previsión a tus líderes.
Ser gobernado por un cobarde es estar sometido a todo lo que el cobarde teme.
Ser gobernado por un tonto es estar a merced de los que manejen al tonto.
Ser gobernado por un ladrón es ofrecer cuanto tienes para que te lo roben.
Ser gobernado por un mentiroso es aceptar que te mientan.
Ser gobernado por un tirano es venderte a ti mismo y a los que quieres como
esclavos”.
Si les ha gustado esta larga sentencia, no me aplaudan. Y si
no, no me tiren hortalizas ni huevos. No están los tiempos para tirar
alimentos, más bien para guardarlos en la caja fuerte. En cualquier caso, la
sentencia no es mía, sino de Octavia Estelle Butler. Pueden leerla en su “La parábola
de los talentos”, su obra capital junto con “La parábola del sembrador”. 1998.
Pero vigente, lo que se dice vigente, ¡¡a rabiar!!
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