viernes, 5 de agosto de 2022

ECO.67 NUESTRAS LECTURAS: "EL HEREJE"

NUESTRAS LECTURAS: "EL HEREJE", por A.F.García


 

Miguel Delibes Setién nace en Valladolid el 1920 y muere el 12 de marzo de 2010. Uno piensa que por la cantidad y calidad de su creación literaria merece más honra de la que se le ha dado.

Cipriano Salcedo, nacido el 31 de octubre de 1517, casualmente la fecha en que Lutero expone para debate sus 95 tesis a la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg, será el protagonista de esta novela histórica.

Huérfano de madre desde su nacimiento, la joven Minervina hará de nodriza y madre hasta que es ingresado en un centro de huérfanos, donde destaca como niño y adolescente ejemplar, especialmente durante la peste de aquellos años.

Muerto su padre, queda al amparo de su tío Don Ignacio Salcedo hasta su mayoría de edad y a lo largo de su vida mantienen su mutua colaboración hasta los últimos días en que es Presidente de la Chancillería de Castilla. Como tal consigue que Minervina acompañe a Cipriano en los últimos y más difíciles momentos de su vida, como la madre y el hijo que siempre fueron en su corazón.

 

Ese es el rincón más íntimo del alma -dijo- obra en conciencia y no te preocupes de lo demás. Con esa medida seremos juzgados”…

Don Ignacio Salcedo le atrajo hacia sí le besó en las mejillas y le retuvo un momento entre sus brazos:

Algún día -musitó a su oído- estas cosas serán consideradas como un atropello con la libertad que Cristo nos trajo. Pide por mí. Hijo mío”.

… “sencilla y fina de cuerpo, de agraciado rostro. La mujer se aproximó a Salcedo con los ojos llenos de lágrimas y le acarició la barbada mejilla con ternura:

Niño mío -dijo- ¿Qué han hecho contigo?”

“Creo en la Santa Iglesia de Cristo y de los Apóstoles. El padre Tablares aproximó los labios a sus mejillas… Hermano -suplicó- decid Romana, solamente eso…”

Preguntada la atestante si ella creía de buena fe que Dios Nuestro Señor podía hacer favor a un hereje, respondió que el ojo de Nuestro Señor no era de la misma condición que el de los humanos, que el ojo de Nuestro Señor no reparaba en las apariencias, sino que iba directo al corazón de los hombres, razón por la que nunca se equivocaba...”.


Delibes nos presenta, en este valioso libro, al hereje, Cipriano, un hombre de una elevada sensibilidad religiosa, rico y generoso con sus empleados; coherente y heroico: cuando la mayoría de los encausados, se acusan unos a otros para salvarse, él no acusa a nadie ni siquiera bajo una cruel tortura llevada al extremo de destrozar sus miembros y su columna, dejándolo inválido total físicamente.

Como Delibes uno se pregunta si su reiterada declaración es, o no, propia de un cristiano.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se ruega NO COMENTAR COMO "ANÓNIMO"