SEMANA SANTA, por A.F.García
La Semana Santa es, sin duda, la semana más significativa del año. Es como
la confirmación del final del invierno y el principio de la primavera. En este
año lo ha compartido así. Ha habido días fríos y lluviosos; pero la semana ha terminado
bien, como un regalo del Creador a los que han proyectado salir. Y ha habido
salidas, casi a nivel anterior a la pandemia.
Unos 9 millones por carretera.
Unos 2,5 millones por avión y unos 2 millones por ferrocarril.
Y la ocupación hotelera ha alcanzado en promedio un 85%.
Estos datos sólo demuestran la cantidad de personas que han salido de
vacaciones esta Semana Santa.
¿Qué objetivos se planteaba cada persona, cada familia y de qué manera han
ocupado el ocio? Tratándose de Semana Santa las opciones son mucho más diversas
que en cualquier otra semana del año.
El descanso necesario frente a la rutina diaria.
Visitar lugares, poblaciones, espacios naturales, monumentos, acudir a
procesiones… Las de Semana Santa son especialmente espectaculares para creyentes
y no creyentes.
Esas muestras externas de fe, con el esfuerzo, la preparación y entrega son
dignos de aprecio, consideración y estímulo para no poca gente.
Desde un punto de vista meramente cultural nuestras tradicionales
procesiones han dado lugar a grandes creaciones artísticas: grandes imagineros
como Francisco de Salzillo o Gregorio Hernández, preciosos trajes y bordados
como los de Lorca.
Algunos cristianos intentamos hacer lo que Cristo ha puesto a nuestro
alcance, tal como dijo a la samaritana cuando ésta le pregunta dónde adorar a
Dios. “Dios es espíritu y los verdaderos adoradores adorarán a Dios en
espíritu y verdad” y completa cuando un fariseo le pregunta cuál es el
principal mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante éste. Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”.
¿Cómo no voy a adorar y rendir culto al Creador, al que me ha creado y me
está sosteniendo cada día, cada minuto? Y me siento útil cuando me falta menos
de un mes para cumplir 82 años con una calidad de vida aceptable. Puedo
preguntar como Lope “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”
A aquél que murió en una cruz perdonando a sus verdugos ¿no merece que le
ame con toda mi alma?
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