HISTORIAS DEL CANTÓN MURCIANO: LA CAPITULACIÓN (I), por Paco Acosta
Ante la inminente entrada de los
centralistas en Cartagena, cuando ya en toda la ciudad se conocía el “final de
las negociaciones de capitulación”, las personas más implicadas en la
revolución se dirigieron al puerto, que consideraban el único punto donde
podría haber algún tipo de escape. Y más concretamente se concentraron en la “Numancia”,
a cuyo mando estaba Nicolas Constantini “Colau”.
La huída
La tarde del 12 de Enero de 1874
la Numancia zarpó del Puerto de Cartagena llevando a bordo 1750 personas. La
habilidad de “Colau” consiguió romper el bloqueo ejercido por los buques 'Vitoria',
'Zaragoza', 'Carmen' y 'Almansa',
cuyos disparos no fueron suficientes para detener a la “Numancia”
en su huida, que escapó prácticamente sin daños. Y debido a la mayor velocidad
de la “Numancia”, tampoco resultó eficaz la persecución de los
buques centralistas, que no lograron darle alcance.
La “Numancia” llegó
esa misma noche a Orán, en la Argelia francesa, donde todos los dirigentes
cantonales fueron detenidos e internados en prisiones argelinas.
La “Numancia” fue
devuelta al gobierno el 17 de enero, tras la reclamación del cónsul bajo el
argumento que la fragata nunca había dejado de ser española.
La entrada en Cartagena de
las tropas gubernamentales
Se encontraron una ciudad con barricadas en las calles, edificios en escombros, casas derruidas por el fuego, y observaron las consecuencias y grandes destrozos que el largo asedio había producido tanto en la ciudad como en el Puerto. Se cuenta que únicamente 27 edificios de Cartagena quedaron indemnes.
Después del acto oficial de
Capitulación de la ciudad, se nombró un gobernador militar, se proporcionó
material a los hospitales, llenos de heridos; fueron liberados numerosos presos
del Castillo de Galeras; las tropas que habían apoyado la insurrección y habían
quedado en Cartagena, fueron integradas en distintas unidades, trasladando a
sus oficiales a otros servicios.
Estas tropas, que habían demostrado buena organización y disciplina, fueron rápidamente enviadas a combatir a Cataluña donde eran necesarias para luchar contra los “carlistas”.
Hay autores que sostienen que el gobierno centralista “demoró” en exceso las tareas de reconstrucción. Indican que incluso se paralizaron, como represalia, trabajos que, en el puerto se habían iniciado antes del levantamiento cantonal. Ponen como ejemplo la escollera del rompeolas de Navidad, cuyas obras se paralizaron durante todo 1874 y con escasez presupuestaria, continuaron hasta 1879. Estos autores ven un importante contraste con la celeridad de las ayudas que el gobierno central concedió al puerto de Águilas, que había apoyado su política frente a los cantonales.
Pocos días después de la capitulación
cantonal y de la entrada en Cartagena de las tropas del gobierno central,
comenzaría la represión política contra los responsables directos e indirectos
de la sublevación.
Indulto a los militares
El anuncio de lo que iba a ocurrirles a los revolucionarios tras su rendición formó parte de las negociaciones. Las condiciones de la capitulación se pueden considerar como “razonables”, dadas las costumbres de la época, ya que quedaron "indultados los que entreguen las armas dentro de la plaza, tanto jefes como oficiales, clases e individuos de tropa de mar y tierra, institutos armados, voluntarios y movilizados", con la excepción de los que "componen o han formado parte de la Junta Revolucionaria". No es extraño que los principales implicados intentasen escapar por todos los medios a su alcance. Se veían condenados a muerte.
Pero la revuelta cantonal en Cartagena, que algunos pensaban iba a ser un asunto fácil, evolucionó de forma que dio lugar a apoyos e implicaciones de muy diversa responsabilidad.
Por una parte hay que mencionar a los militares, que con su dedicación y “profesionalidad” combatieron en la defensa de la ciudad. A mi entender también con bastante apego por las ideas que les transmitían los dirigentes revolucionarios. No todos se creyeron que se cumpliría el indulto que se les ofrecía, sin represalias, y bastantes quedaron escondidos o confundidos entre la ciudadanía y el barullo reinante.
Existe un grupo importante de “penados”,
los que cumplían condena en los presidios de la ciudad, a los que la Junta
revolucionaria les propuso la libertad si combatían en la defensa de Cartagena.
Estos quedaban únicamente “indultados del delito de la rebelión” correspondiente
al alzamiento cantonal, pero no de los delitos por los que cumplían condena. La
mayoría escapó o se escondió.
Juicio a los principales
implicados
Una Comisión Militar creada al
efecto y la Audiencia Territorial de Albacete, por medio de sus juzgados de
primera instancia dependientes, se encargarían de procesar a todos los jefes y
funcionarios que habían tomado parte en la sublevación (una buena parte de
ellos huidos), abriéndose una sumaria o matriz general y centenares de piezas
separadas sumariales contra los militares y civiles implicados.
Un buen grupo lo componen aquellos “implicados de segundo y tercer nivel”, sin cuyo apoyo y bien hacer al realizar las tareas de las que eran responsables, permitió que Cartagena resistiera las presiones del gobierno centralista. Es en este grupo donde la historia, reflejada en los enjuiciamientos de los siguientes años, ha permitido conocer los delitos que cometieron.
Empecemos por los principales implicados. La comisión militar sentenció a la pena capital a 37 personas por haber cometido el delito de insurrección y ejercido cargos principales e importantes. La sentencia no se aplicó al estar todos ellos fugados. Afectó, lógicamente, a Antonete Gálvez, al general Juan Contreras y a Roque Barcia.
Respecto a los “escapados”, el
Ministerio de Gobernación, pocos días después de la capitulación, se dirigió al
alcalde para que diese orden de prender a todos los cantonales «que me dicen
andan sueltos por esa ciudad».
(continuará)
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