EL TIEMPO PASA -relato-, por Mercedes Aróstegui
Él pensó que
llegaría lejos, se esforzó hasta llegar aquí, pero no se dio cuenta de que los
años habían pasado. Se quedó anclado en el tiempo y creía que aún derrochaba
juventud. No fue consciente de que la juventud es esa etapa en la que tienes
toda la vida por delante y vuelas en cualquier dirección. No percibió que
cuando las arrugas empiezan a asomar, el tiempo empieza a pasar de otra forma,
y en él, las arrugas ya estaban marcadas, marcadas por sus vivencias, por sus
aciertos, por sus fracasos e incluso por lo que nunca había tenido.
Miró al
horizonte, y se dio cuenta de que, la distancia entre el mar y el cielo dependía de, si su mirada la dirigía hacia arriba o hacia el frente. Durante muchos años él siempre había mirado a lo más alto, y el horizonte le quedaba lejos. Pero ahora no, ahora el horizonte estaba a la altura de sus ojos, y pudo comprender que el cielo y el mar se unían en una línea, una fina línea que les juntaba y separaba al mismo tiempo por las diferencias de sus azules. Comprendió que había habido un cambio en su vida, y que era el momento de decidir. Sintió un escalofrío y, por primera vez, el vértigo del paso de los años, y sin dudarlo echó a volar.
(Relato incluido en el libro «La gata del tejado» de Mercedes Aróstegui Fernández de Píñar, de venta en Pepelino)
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