ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA DIVERSIDAD DE GÉNERO (III), por Juan M. Ortiz, doctor en Medicina
Por poner algunos posibles ejemplos (más o menos traídos por los pelos):
- Sean dos personas ambas con
genotipo XY por lo tanto sexo al nacer hombre, opositores a plaza pública que
resulten empatados en la calificación final. Si uno de ellos manifiesta que se
considera mujer, ha cambiado su sexo en el registro civil y por lo tanto figura
como mujer ¿habrá de tener preferencia al aplicar el criterio de que en caso de
igualdad se preferirá a la mujer? De lo contrario ¿se le estará discriminando
por su condición trans?
- Sea una pareja homosexual
(genotipo XX) por lo tanto sexo al nacer mujer, en la que uno de sus miembros
agrede al otro y resulta que el agresor es una persona trans
inscrito como varón en el registro civil ¿habrá que aplicarle las normas sobre
violencia de género como varón y decretar su alejamiento? De lo contrario ¿se
le estará discriminando por su condición trans?
- Qué ocurrirá (de hecho, ya ocurre) con los deportes en los que se separan las competiciones por sexo o en las profesiones en las que se piden pruebas físicas diferentes a hombres y mujeres. Las personas trans que han pasado de hombre a mujer ¿podrán competir en el grupo de su género? ¿podrán acogerse a los requisitos de su género o a los de su sexo genético? A las personas trans que han pasado de mujer a hombre ¿se le exigirán las pruebas masculinas y competir con los hombres? Es posible que acabemos con equipos de varones, mujeres, hombres trans que eran mujeres y mujeres trans que fueron hombres o por el contrario se acabará eliminando la separación por géneros en el deporte y en las profesiones donde todavía existe.
Si como propone la AMA lo razonable es eliminar la referencia al fenotipo en los documentos (certificado de nacimiento o DNI) ya que sería lo lógico si el sexo no debe ser empleado para discriminar y por lo tanto es un detalle irrelevante ¿qué pasará con la discriminación positiva? En este caso es fácil suponer que la idea de igualdad excluye la discriminación entre iguales, pero ¿es esto lo que quieren los que se consideran discriminados?
Disforia
de género. La conversión trans.
Disforia es un término
médico que todavía no reconoce la RAE y que se utiliza como sinónimo de
ansiedad. Se forma, como muchos términos médicos, a partir del griego δύσφορος
que a su vez proviene de δυσ-, difícil, y φέρω, llevar significa pues llevar
mal o con dificultad- Se aplica a las emociones desagradables como ansiedad,
irritabilidad, tristeza y otras similares.
La Asociación Americana de Psiquiatría (Americana empleado en USA quiere decir Estadounidense) publica el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5) y cataloga a la disforia de género como sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer.
Para la mayoría de las personas no hay incongruencia entre el sexo asignado al nacer y el género en el que se incluyen (en algunas ocasiones el sexo que se asigna al nacer es erróneo debido a que no siempre es evidente a causa de posibles modificaciones, entre otras causas, por el trauma del parto que provocan lo que se denomina genitales ambiguos).
Algunas personas experimentan cierta incongruencia entre su identidad de género y el sexo asignado al nacer lo que se conoce como disconformidad de género.
Se debe distinguir entre la disconformidad de género y la disforia. Este término se debe reservar para los casos en que la identificación con el otro sexo es persistente y se asocia a ansiedad, depresión y otros síntomas como recoge el DSM.
La disconformidad de género no se considera un trastorno y forma parte del comportamiento normal de los niños y adultos. Por ejemplo, niños y niñas que juegan como niñas o niños, respectivamente y suele desaparecer con el tiempo.
La disforia de género se considera un trastorno no tanto por la diferencia entre el sexo genético y el género percibido sino por sus repercusiones psicológicas sobre el propio individuo que desde la ansiedad pueden llegar incluso a la ideación suicida. Sin embargo, existe presión por diversos colectivos sociales para que no se considere trastorno mental sino una forma de conducta normal.
El problema es que la reivindicación de normalidad puede conducir a una situación en que la persona que padece la ansiedad e irritabilidad propia de la disforia resulte privada de la atención psicológica o psiquiátrica que podría ayudarle. Por otra parte, si no se trata de un trastorno médico es posible que se argumente que los tratamientos hormonales y quirúrgicos que se emplean para reafirmar el género de las personas sean considerados como tratamientos puramente estéticos y por lo tanto se discuta la lógica de su inclusión en el sistema público de salud.
Aunque las cifras son poco
seguras se considera que las personas con disforia de género representan entre
el 0,005% y el 0,01% de los varones y entre 0,002% y 0,003% de las mujeres.
Considerando los máximos serían 1 de cada 10.000 hombres y 3 de cada 100.000
mujeres. Siempre que se cumplan los criterios del DSM a saber:
- Incongruencia notable entre el
sexo de nacimiento y la identidad de género durante 6 meses por lo menos.
- Malestar clínicamente significativo o deterioro funcional como resultado de ello.
Si añadimos a quienes están disconformes con su sexo llegaríamos a cifras entre 5 a 13 de cada 1.000 personas cuya identidad, expresión o conducta de género no se ajusta a la del sexo que se les asignó al nacer. (American Psychological Association). En España la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética considera que para los adolescentes la prevalencia estaría en cifras de 12 a 41 cada 1.000 personas. Parece que la mayor visibilidad en nuestra época de las personas transgénero aumenta el número de quienes se consideran trans.
Es muy importante tener en cuenta que la disforia de género se puede presentar en la niñez lo que presenta características peculiares frente a los casos en que aparece en el adulto y plantea las lógicas dificultades de actuar tratándose de menores.
En los niños la disforia de género puede empezar ya a los 24-36 meses de edad y se detecta porque ellos mismos dicen que son de otro sexo, se visten como el sexo que dicen ser, juegan de la forma que suelen jugar los del sexo opuesto, participan en actividades atribuidas a los niños de sexo contrario, tienen aversión a los juegos y estereotipos propios de su sexo al nacer, y tienen sentimientos negativos sobre sus genitales. Es frecuente observar, por ejemplo, que las niñas orinan de pie y los niños sentados.
En muchos casos dada su temprana edad estos comportamientos no son tenidos en cuenta y la consulta al pediatra no se realiza hasta la primera década de vida, cerca ya de la pubertad (estadio 2 de Tanner véase más adelante).
En los adolescentes y adultos, lógicamente, los sentimientos son más específicos e incluyen tanto el no querer tener los caracteres sexuales primarios y secundarios de su sexo genético como el deseo igualmente fuerte de poseer los del género con el que se identifican. Asimismo, se identifican con el sexo opuesto y quieren que se les trate como tal.
En todos los casos siempre que
sea algo más que la mera disconformidad con el sexo atribuido lo que se
determina porque se vive con ansiedad y se producen alteraciones escolares,
sociales, laborales, etc.
(continuará)
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