LA PIEL RELUCIENTE Y VERDE, por José Luis Mozo
Corría la segunda mitad de la década de los 70 (en el siglo pasado) cuando en la valla de un céntrico solar de Manhattan vi pintado un gran mural con un sol y un mar, en el que nadaba, tranquilo y amable, un gran pez. El sol era rotundo, amarillo intenso e irradiante. El mar muy azul, de olas tenues. El pez parecía de Miró. A un lado, como amenaza que se cernía, un hongo atómico, marrón grisáceo pero veteado de rojo, lo que simbolizaba (supongo) fuego y sangre.
No era un graffiti cualquiera. Estaba coronado por una inscripción (en inglés) que decía no a la nuclear, sí a la solar. Aún en la guerra fría (que, aunque aburriendo por su longevidad, seguía efervescente), aquello podía tomarse por un dibujito escolar considerablemente ampliado. Si se tiene en cuenta la precariedad de la tecnología fotovoltaica de la época, más infantil aún.
Pero no era tal. La desestalinización había concluido. La tiranía y el crimen de Estado a gran escala, los gulags, habían agriado aquel rojo brillante de sandía que a tantos encandiló en los años 10, 20, 30… Los estalinistas estaban fuera del mapa, así que iniciaron una reconstrucción lenta y en cierto modo generosa. No había tiempo ni fórmula para recuperar en un golpe de efecto el poder; se inició un proceso que sólo fructificaría para sus generaciones herederas. El error había sido atacar de frente y con convicción al capitalismo. En la propia segunda república española, los revolucionarios lo dejaron claro. Si llegaban al poder por las urnas, ¡estupendo! Si no, a tiros. Pero, en cualquier caso, llegarían. Tremenda equivocación.
El primer peldaño de la andadura fue siempre la educación. Había que crear generaciones adictas, prácticamente clónicas. Borrar la historia real y sustituirla para una construida a su modo. Sacar la ciencia del programa, porque la ciencia lleva al saber y el saber a soluciones válidas, al progreso auténtico. Y tenían que autoadjudicarse la exclusiva del progreso.
La ciencia es, desde hace tiempo, el motor básico de las mejoras de la humanidad. Malthus no era ningún estúpido y su aritmética demasiado elemental para errar los resultados, pero la invención de los fertilizantes echó por tierra la hambruna imparable que venía. Las vacunas pusieron tope a cifras hoy inimaginables de mortandad infantil. Los antibióticos desmontaron finales fatales de muchas infecciones… Y la suma seguiría hasta cerca del infinito.
La revolución no atacó de frente. En los problemas de calle, los que trascienden a la política, el hombre del llamado primer mundo, que ya no temía al hambre, tenía dos focos prioritarios: la salud y la casa. Prometer salud es siempre complicado, ya que el destino inequívoco de la vida es la muerte, y eso no pone límites a las exigencias de salud. Preferible que mejorar, amenazar. Con la amenaza llega el miedo, el mayor liberticida conocido. El hombre entrega cuanto sea necesario a quien prometa librarlo de la amenaza, su libertad por supuesto. Y la casa es una eterna promesa de los regímenes totalitarios, en la que tantas veces fracasaron. Así que, ¿por qué no hacerla trascender? Nada de casa, ¡el planeta entero! Respaldado por una soterrada crisis de valores, que acompaña a la educación, el hombre, ese breve soplido que susurra en el tiempo cósmico, se convierte nada menos que en el ángel custodio del planeta. Una verde y reluciente cáscara, como de las sandías, se ofrece al hombre del mismo modo que la manzana a Eva. Pero cuidado no picharla, porque debajo salpicaría el rojo antiguo, podrido como nunca.
Y mientras tanto, los artífices de ese nuevo y reluciente mundo verde, han tenido tiempo de prepararse. China, esa gran nación a la que tocó la lotería de caer en su liderazgo el político más inteligente del pasado siglo, Deng Xiaoping, se está haciendo con el control y a veces monopolio de los nuevos minerales básicos para las nuevas tecnologías, fundamentalmente automoción y comunicación. Los productores de combustibles fósiles, países del golfo Pérsico y Rusia, ponen de rodillas a la atontada Europa, que está presa de sus melifluas historias sobre renovables, sostenibles, o como quieran llamarlos. China no se encuentra entre esos productores. Consume 5.600 millones de barriles de petróleo mientras apenas produce 1.400. Pero ya ha puesto en marcha un muy ambicioso programa de generación nuclear. ¿Se imaginan que Europa intentara hacer lo mismo? Tardarían 10 años en superar la batalla política y legislativa para arrancar la primera unidad. Y para entonces el gran apagón, que nos dejaría totalmente a merced de los nuevos amos del mundo, ya podría haberse producido.
Ya escribí que el riesgo del gran apagón no me parecía grande… si no se lo aviva. Imaginemos una ciudad de tamaño medio-pequeño, como Murcia, que pudiese consumir 5500 Mwat-h por día. Eso significa mantener una potencia media de 230 Mwat, una demanda punta probable de 400. Si se matricularan 2.000 vehículos mensuales eléctricos, ¿cuánto más haría falta para su carga? Ya se oyen en las grandes empresas o centros de trabajo voces, sindicalistas o similares, que piden cargadores para todos. Es decir, montar de un golpe ¿600 unidades de carga en cada uno de esos centros? O explicarles a los trabajadores que tienen que cargar de noche, en su casa y despacito para evitar que todo el sistema se venga al suelo. A la gente de calle le tienen sin cuidado estas melindres técnicas. Lo que quieren es cargar en 20 minutos y que la energía les salga gratis. Y cargando por encima de 60 amperios, eso podría duplicar en un solo año la punta de demanda. Ya tienen preparado el gran apagón.
Si Don Quijote levantara la cabeza (y con ella la lanza, la adarga, el rocín y el galgo) y eligiera el día apropiado, podría cruzar La Mancha toda, desde el Rabo de la Sartén a Tarancón, sin librar una sola batalla con los gigantes. Porque no moverían sus grandes y poderosos brazos (mucho más grandes y poderosos que los molinos de hace 500 años) por falta de viento. Pues nada, a jugar con sus planes de renovables y a esperar la hecatombe, que para entonces los nuevos amos del mundo ya se habrán consolidado.
En cuanto a los esclavos, no será
necesario consolidarlos. En esa situación, y con la ayuda de algún que otro
nuevo covid, habrá voluntarios a millones buscando protección y subsidio.
Muy buen artículo.
ResponderEliminarBuenos días amigo. Acabo de leer tú artículo y no puedo estar más de acuerdo contigo.
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