jueves, 17 de diciembre de 2020

ECO.57 HISTORIAS DEL CANTÓN MURCIANO: INCURSIONES Y BOMBARDEO DE ALICANTE

HISTORIAS DEL CANTÓN MURCIANO: Incursiones marítimas y Bombardeo de Alicante, por Paco Acosta

En la región murciana la revolución cantonal fue “diferente” debido a que en Cartagena se encontraba la principal base de la armada española. En el momento de proclamarse el Cantón Murciano, en el puerto de Cartagena se hallaba fondeada una buena parte de la flota, con la peculiaridad que sus tripulaciones se unieron masivamente a los sublevados. Con el concurso de esta importante fuerza militar, la Junta Revolucionaria del Cantón, inició rápidamente una serie de incursiones tanto marítimas como terrestres que tenían como objetivos fundamentales por una parte recaudar fondos y víveres que permitieran la supervivencia de los sublevados y por otra parte conseguir la expansión del movimiento cantonal. La Armada fue utilizada como instrumento de intimidación sobre las poblaciones costeras próximas, para conseguir estos objetivos.

Aunque la más divulgada de las expediciones marítimas que se realizaron desde el Cantón, fue la que llegó hasta Almería y que terminó con el bombardeo de la ciudad, la flota cantonal con base en Cartagena realizó otras incursiones, no tan conocidas.

Vapor Fernando el Católico (Despertador del Cantón)

En los primeros días de la sublevación, el vapor Fernando el Católico (rebautizado como Despertador del Cantón) con fuerzas de desembarco, llegó por el sur a Mazarrón (18 de Julio de 1873) y a Águilas (19 de Julio), con resultados no demasiado brillantes en cuanto a las adhesiones logradas y al montante conseguido en dinero. Poco después, el 19 de Julio, el mismo vapor navegando hacia el norte atracó en Torrevieja y el desembarco de los cantonales logró una cierta cantidad de víveres y dinero. Además lograron formar allí la Junta revolucionaria que dio lugar al Cantón de Torrevieja, que solicitó formalmente su inclusión en el Cantón Murciano y su separación de la provincia de Alicante. Posteriormente, en otras ocasiones volvieron a recalar en Torrevieja, donde consiguieron armas y abundantes subsistencias.

Fragata  Vitoria

En la primera expedición marítima hacia el norte, la fragata Vitoria, con Antonete Gálvez a bordo partió también hacia Alicante, donde consiguieron formar una Junta revolucionaria, que debía sustituir en sus funciones al Ayuntamiento. Tras la partida de los murcianos, la Junta duró solo unos pocos días, al retomar enseguida el mando los centralistas. Posiblemente el resultado más significativo de esta incursión fue la requisa del vapor armado Vigilante que estaba atracado en el puerto y pasó a formar parte de la flota cantonal. Días después, cuando el Vigilante se dirigía a Cartagena, fue interceptado por una fragata acorazada alemana -la SMS Friederich Carl, uno de los buques de guerra más potentes de la época- (en virtud de un decreto del gobierno centralista que declaraba “piratas” a todos los barcos que enarbolaran la bandera cantonal, y por tanto podían ser apresados por barcos de cualquier país, incluso dentro de las aguas españolas).

Fragata blindada Numancia (grabado)

Alicante, ciudad que había permanecido fiel al gobierno central, sufrió, en septiembre, otra incursión de las fuerzas cantonales. En esta ocasión se presentaba con la fragata blindada Numancia y el vapor de ruedas Fernando el Católico. Al llegar a Alicante se encontraron con que en el puerto estaba anclada una escuadra inglesa, integrada por cinco fragatas de madera, una de ella la Narcissus que era la capitana, dos goletas y dos fragatas blindadas. La armada británica -Gran Bretaña era la primera potencia naval de la época- durante el conflicto adoptó una actitud muy profesional y de firmeza, tanto ante los cantonales como ante el gobierno central de la república y sus escuadras intentaron mantener una actitud razonablemente neutral y de no intervención.

 

Fragata semi-blindada Méndez Núñez

Los cantonales, que llegaron dispuestos a abrir fuego contra la plaza, si no se cumplían sus exigencias, entablaron negociaciones con las autoridades alicantinas, utilizando como intermediarios a los ingleses. Éstos impusieron un plazo de 96 horas y el compromiso que solo dispararían sobre objetivos militares (baterías, defensas y fortificaciones) y nunca sobre la población civil. El Fernando el Católico regresó a Cartagena para que la Tetuán y la Méndez Núñez, estuviesen preparadas por si transcurría el plazo, y se iniciaba el bombardeo de la ciudad. Los alicantinos, por su parte solicitaron y recibieron refuerzos de los alrededores y se aprestaron para su defensa.

 

SMS Friedrich Carl (alemán)

También se acercaron a Alicante, y anclaron en las proximidades, tres navíos franceses y el SMS Friedrich Carl alemán, que “casualmente” patrullaban por la zona y oficialmente acudieron a defender los intereses de sus respectivos países. 

Cumplido el primer plazo, desde la Numancia, bajo la amenaza de un bombardeo inminente, se solicitó la rendición, que no fue aceptada. Desde el gobierno de la ciudad se confiaba en que la intervención de los buques de guerra extranjeros obligaría a la flota insurrecta a abandonar las aguas alicantinas sin consumar el ataque. 

Esta amenaza forzó a las fuerzas centralistas que estaban sitiando por tierra Cartagena, a disminuir su presión y acudir en ayuda de Alicante.

La acción diplomática del gobierno británico, el no alcanzarse un acuerdo de rendición y la necesidad de reaprovisionarse de munición obligó a la Numancia a regresar a Cartagena. El día siguiente se encontraba de nuevo en Alicante con el refuerzo de la Méndez Núñez y el Fernando el Católico, preparados para el ataque. Las negociaciones, para evitar por medios pacíficos el bombardeo, resultaron infructuosas. Se intentó conseguir una nueva prórroga de cuatro días, que finalmente quedó reducida a uno. Esto supuso un cierto respiro de la población, de forma que muchos ciudadanos abandonaron rápidamente la ciudad. Mientras tanto se instalaron baterías, llegaron refuerzos militares y se aprestaron para repeler un desembarco, creyendo que ésta sería la táctica que seguirían los cantonales.

Por su parte la Numancia, dotada con una muy reseñable potencia de disparo, y la Méndez Núñez se acercaron a tierra todo lo que les permitía su calado, ante la pasividad de los barcos de la flota extranjera, que les rodeaban. Por su parte el Fernando el Católico, seguido por una corbeta inglesa, levó anclas en dirección a Villajoyosa donde desembarcó 200 hombres, tomó el Ayuntamiento, detuvieron al alcalde, le exigieron dinero, aunque no lo consiguieron pues allí no había ninguna cantidad. Se dice que “de la aduana se llevaron dos mil setecientos reales, tabaco, papel sellado y sellos de franqueo que tenla el administrador. De la población se llevaron cinco carneros, cinco sacos de harina, veinte arrobas de patatas, cuatro de azúcar, dieciocho libras de café, treinta cántaros de vino y algunos sacos de pan; a unos mercaderes les compraron cuarenta arrobas de arroz”.

 

Bombardeo de Alicante

Transcurrido el plazo, sin llegar a acuerdo alguno, en la madrugada del 27 de septiembre la flota cantonal bombardeó la ciudad de Alicante durante un tiempo sobre el que no existe unanimidad en las fuentes: entre cinco y siete horas. El resultado numerosas víctimas, entre población civil y militares, y abundantes daños. Mientras tanto, navíos de guerra ingleses, franceses y alemanes anclados en la bahía, fueron meros espectadores del bombardeo.

Posiblemente ésta sea la acción de guerra más reprobable de las acometidas por los cantonales, sin obtener ningún triunfo militar, ni político, ni económico. Simplemente se aprovecharon de la superioridad que le daban los potentes cañones de la Numancia, muy por encima de los de las defensas de la ciudad.

Se ha comentado que los centralistas posteriormente realizarían también un bombardeo continuado e inmisericorde sobre Cartagena, cuando estaba cercada por tierra, “se la machacó hasta destruir gran parte de sus edificios y ocasionando innumerables muertos, continuando el bombardeo hasta su rendición”. 

Son los desastres de la guerra…, de españoles contra españoles, que tan bien reflejó Goya.

Duelo a garrotazos (Fco. de Goya)

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