viernes, 4 de junio de 2021

ECO.60 LAS ELECCIONES DE LA TORMENTA PERFECTA

 Las Elecciones de la tormenta perfecta, por José Luis Mozo

Tanto da ser habitante de Galicia como de una playa mediterránea, en cualquier lugar de España en que se resida la noticia del momento son las elecciones de Madrid. La victoria de Díaz Ayuso no podía sorprender porque estaba en muchas quinielas, pero su contundencia no estaba. Ésa ha sido la portada sorpresa.

Moncloa aún no ha encajado el golpe y apenas ha hablado para decir que no es extrapolable al resto del territorio. “Otros” que me plagian, porque yo ya había escrito que Madrid no podía ser un ensayo anticipado de futuras elecciones generales. Para empezar, ni su presidenta es una política al estilo PP puro ni ha cedido un palmo (como cedieron tantos) a la estrategia del miedo (el mayor liberticida que ha conocido la historia), a la que el Gobierno con mayúsculas se entregó afanosamente desde que le explotó entre las manos una pandemia cuya llegada ya era conocida desde cuatro meses antes de tomar las primeras medidas. Isabel consiguió así enamorar a un segmento mayoritario de la población, que buscaba en quien poner su esperanza, y, por esa misma razón, los demás pusieron su odio. La dicotomía amor/odio se ha convertido en la forma que avala nuestra actual mediocridad política, la del retorno a los años treinta, aquélla que la quinta del 68, tras 200 años de confrontación, creíamos haber superado.

Sentada mi opinión de que lo sucedido en Madrid no ha de ser necesariamente indicativo de lo que pueda pasar en Murcia, tampoco hay que presuponer que no exista entre ambos sucesos nada en común. De entrada, la empresaria circense que montó el espectáculo con el aval del actual Gobierno cóctel, una señora llamada Arrimadas, inició la tourneé en Murcia, donde se las prometió muy felices tras el éxito del número funambulesco del ayuntamiento, aunque dudo que no decida suspender la tourneé tras el resultado de la función de Madrid.

El Gobierno cóctel no pudo reaccionar a la eclosión del virus con medicamentos ni EPI’s, que no había ni para los profesionales, y recurrió a la solución que mejor se le ajustaba: la dictadura. Estado de excepción (alarma) con poder único absoluto. Estado que se aprovechó para reformas que nada tenían que ver con la sanidad pero que hubieran levantado ampollas de impopularidad en amplios sectores, caso de un debate abierto y honrado, como la fiscalidad o la educación. Todos a prisión domiciliaria y, si quieren saber lo que les espera, vean y oigan medios dóciles, controlados o simplemente serviles.

Así pasaron los trámites de enseñanza, de ansia recaudatoria, de control de la información y otros. Mientras tanto, Ayuso aguantaba su bandera contestaría contra un Gobierno económicamente asfixiante y sordo a Europa, manteniendo en cotas superiores al resto de España la actividad económica y defendiendo a una clase media cuyo expolio parece ser el objeto de la nueva política fiscal. De esta forma, su popularidad iba subiendo aunque no escandalosamente, hasta que al Gobierno cóctel le explotaron dos graves errores con los que desató, sobre sus propias cabezas, la tormenta perfecta.

El primer partido del Gobierno cóctel está soportado por un segundo que en los últimos tiempos había acumulado un descrédito considerable entre el electorado. Sabido es que la política frecuentemente se convierte en una cuestión de gestos y no (como sería razonable) de hechos. Esos gestos habían derivado a lo histriónico y a veces a simples juegos de palabras y gramática que debían (a sus creadores) parecerles ingeniosos.

El señor Gabilondo no se recató en decir que constituiría un gobierno (¿de progreso?) con el segundo partido, el que además tenía previsto fagocitar a su hija emancipada Mónica. La respuesta de Mónica ya es conocida y los resultados también. Su partido es hoy la segunda fuerza política de la región y el señor Gabilondo “culpable de todo”, según se deduce de la conducta de sus jefes, pues ninguno tuvo la decencia de acompañarlo en el difícil trago de su noche de fracaso.  

El segundo y más grave de estos errores fue la gestión gubernamental del covid19. Intereses y agendas políticos fueron antepuestos en un intento de utilizar la grave crisis de la salud pública para su propio beneficio. En la primera ola, esta gestión fue calificada como la peor de la OCDE por medios internacionales y agencias acreditadas, sobre lo que se ajustó la correspondiente mordaza informativa. Pero no ha bastado para silenciar la rabia del pueblo. De esto sí ha tomado nota Moncloa, pues ahora concentra su mensajería en el calendario de vacunación. Hace poco estábamos en el 7% de población vacunada y ahora vamos por el 11%. En la primera semana de mayo se administran dos millones y medio de dosis. Un ritmo que nos iba a llevar años se reduce a menos de uno. ¿Ustedes lo creen? Pues más nos vale que sea cierto. El pueblo llano tiene que aprender, sean cuales sean sus sentimientos, a desear éxito a quienes gobiernan, pues somos los que vamos a pagar los platos que sus errores rompan.

Igualmente han tenido su lección para aprenderla quienes gobiernan al pueblo llano: no se crean el viejo chiste inglés.

“ -Señor ministro, ¿por qué piensan que los electores son idiotas?

–Porque nos votaron”.

Sólo se trata de un chiste. El electorado es a veces imprevisible, pero idiota nunca.


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