lunes, 23 de diciembre de 2019

ECO.51 Ética y Política

Ética y Política, por A.F.García


Al desarrollar estas reflexiones sobre la ética y la política no podía situarlos en el mismo en el mismo artículo ni en el mismo contexto porque no son equiparables en absoluto. 

Lo único que encuentro en común es mi apreciación personal sobre la inversión de valores que se da en ambos, aunque también, por supuesto, de modo diferente.

Cuando hablo de inversión de valores me refiero al hecho de que, en determinadas circunstancias o situaciones, a valores que el común de las personas considera sólidos, inamovibles, se les da un giro de 180º. Fernando Aramburu, en su conocida novela Patria, nos da una muestra insuperable de ello en este diálogo de dos de los personajes: Miren y su nieta Ainhoa:

“Estaban sentadas a la mesa, en un rincón, y la niña, 15 años, mordisqueaba sin ganas su bocadillo:
- A mi aita tampoco le gusta que maten.
- Tu aita es el que te ha metido esas ideas.
- Yo no sé de ideas, amona. Yo lo único que digo es que no me gustan que maten.
- Matan y los matan. Las guerras son así. A mí tampoco me gustan las guerras, pero qué quieres. ¿Qué sigan machacando al pueblo vasco por los siglos de los siglos?
- La gente buena no mata.
- Claro, eso también te lo ha dicho Guillermo.
- Eso lo digo yo.
- Cuando seas mayor, ya entenderás. Venga, termina el bocadillo y vámonos, que ya he tenido un día bastante movido para aguantar estas tonterías.
Entonces, Ainhoa, como hablando para sí, dijo-murmuró, la voz entrecortada por un pujo de llanto, que no tenía más hambre y dejó el resto del bocadillo, más de la mitad…”

¿No nos ofrece esta adolescente el pensar común de las personas? Por supuesto, en la situación normal de una persona sana equilibrada, pero de cualquier edad y cultura.

Esto nos muestra la inversión de valores en una parte, no pequeña, de la sociedad vasca. 

¿Y en Cataluña? Esa inversión de valores se está impulsando y sosteniendo por importantes líderes e instituciones, que debieran hacer lo contrario. Por supuesto, sin la colaboración de gran parte del mundo de la cultura, de los negocios… que no ocultan su preocupación y malestar por la insensata e irracional deriva del llamado procés.

Las declaraciones no hace muchos días de Elisenda Paluzie, Presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), aunque vaya en línea con su trayectoria desde su arranque en 2012 y sobre todo en connivencia de Puigdemon y Torra, no dejan de escandalizar y resultar de lo más grave y disparatado que haya podido manifestar un líder político en los últimos tiempos.

Por supuesto, para España el asunto catalán es un problema muy serio y no le beneficia sino que le perjudica a nivel internacional. Pero, puestos en el lado de Cataluña, es como el que desea que a su rival le quiten un brazo, aunque a él le amputen los dos. Y son dos: Cataluña está dando la imagen contraria de lo que ha sido hasta ahora, un área superdesarrollada, privilegiada dentro de España y de Europa. La esquivan las inversiones, los foros, se le van las empresas… En el actual contexto es impensable una brillante olimpiada como la que se llevó a cabo en 1992.

El juego que están haciendo para nadie es tan peligroso como para ellos mismos. ¿Acaso creen que esos jóvenes, esas personas a las que se anima y jalea por lo que hacen se convertirían en mansos ciudadanos en una hipotética República independiente. Tal no se ha visto en la historia.

Esa historia, según más de un buen especialista, y hay muchos en Cataluña, la están falseando en apoyo de su descabellado proceso independentista. Sienten vergüenza de que tal se haga, precisamente en Cataluña, que se han podido preciar de lo contrario, el rigor y la seriedad.

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