Un
sábado, 20 de abril, el anterior al domingo de Pascua, subimos hasta la Torre
de Santa Elena. Todos los sábados, no estivales, nuestra
Asociación, hace una corta caminata, que más bien es un cómodo paseo concertado
entre amigos, que ni son todos de la Asociación ni tienen por qué serlo. Pero
sí, es verdad que lo concertamos de una semana para otra.
Esta subida estaba pensada para el Sábado de
Ramos, pero los que residen en el entorno saben que la noche anterior había
llovido torrencialmente, por lo que lo aplazamos al sábado siguiente.
Por supuesto, para ese sábado, no quiere
decir que para otros no, teníamos un plan especial: “Entrar en la Torre y realizar un breve recital. Era como celebrar el
Día del Libro para el Club de Lectura Torre de Santa Elena, que cumple una
docena de años.”
Lo que no esperaba es que la torre estuviera
cerrada. A primer impulso, pudiera parecer como un portazo, una bofetada, pero
mi sentido práctico me hizo recapacitar y agradecer a Dios que estuviera
cerrado. En el fondo, era mejor; hacía bastantes semanas que habíamos
comentado, a la vista de algunos actos vandálicos que hemos comentado en el
anterior número, la necesidad de solicitar su cierre. Una de la compañeras ya
se había apresurado a pedírselo a la funcionaria municipal de la OMITA.
Después de tomar alguna foto de aquel grupo
de más de 20 personas, que, dispersados disfrutaban del bello entorno, la
agradable mañana y la espléndida panorámica, en que la transparencia del horizonte
hacía confundirse el claro azul del el más denso del plácido mar. repartí
copias de mis 3 romances entre quienes aceptaran o se ofrecieran a participar.
Así más de un francés, algún inglés y algún flamenco… pidieron copias y
participaron lo mejor que supieron, que en absoluto desmereció, pues pusieron
su alma, su emoción y buen gusto en ello…
Se trataba de dos romances fronterizos a cada
cual más romántico:
“Por la vega de Granada”, de José
Zorrilla.
“Servía en Orán al Rey” de Luis de
Góngora.
Como les supo a poco añadimos el tan manejado
“Conde
Niño”.
Quienes tenían una copia quisieron quedarse
con ella, diciendo que les gustaba. Estoy seguro que sí; nos gustaban a todos.
Acepté, claro ¿Qué más quiere uno, un animador a la lectura? Nuestra historia y
cultura valen la pena.
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