lunes, 1 de julio de 2019

ECO.48 Mi enemigo se llama miedo - I - (cuento)

Mi enemigo se llama miedo  - I -  (cuento), por Eva Sevilla Cervantes


“El mar estaba en calma y la profunda oscuridad que emergía en forma de burbujas fluorescentes, tensaba mis nervios. La adrenalina mantenía los sentidos en guardia. Era presa de un temor desconocido. Quizá una tintorera se animara a probar un pequeño bocado de esta especie de foca flotante que soy yo”.  

No sé a quién se le ocurrió la brillante idea de hacer una travesía nocturna, pero lo que es a mí bendita la gracia que me hace. Desde que me tiré al agua tuve la sensación incómoda de no estar sola, aunque lo estaba. 

No conseguía llegar a la altura de mis amigos. Posiblemente, el ser fumadora no me ayudara mucho; pero se suponía que la actividad sería divertida y yo estaba muerta de miedo. Si, lo reconozco y fundida hasta la extenuación. Menos mal que el flotador que llevábamos enganchado por una cuerdecilla al pie me ayudaba a mantener a flote la cabeza y no tragar agua, porque me lo coloqué ahí, bajo la barbilla.

-¡Vamos, no te quedes atrás!- Me gritaron y yo, entre jadeos, contesté con un ¡vaaaleee! Fluido, más bien encharcado, porque me di un buen trago de agua. Tosí un par de veces y continué inventando maneras de ponerme el flotador y tomar aliento. Las brazadas no eran muy largas, me cansaba y cambiaba de estilo. Hacia atrás. Así, parecía que iba mejor y durante un largo rato me centré en darle a los pies, avanzando a buen ritmo. Me detuve un instante para orientarme. No escuchaba los chapoteos ni los comentarios de nadie. 

- ¡Horror! ¿Dónde estoy? Di vueltas sobre mí sin acertar a ver nada. Habíamos saltado al agua en mitad de los acantilados y por ahí no se veían luces, ni por el otro lado ni por delante. Decidí no entrar en pánico, pero estaba a punto. Los flotadores, esa era la clave. Son naranjas para que nos vean. Entonces pataleé muchas veces seguidas y me icé sobre el agua. Era inútil, no había luna y en medio del mar en plena noche es difícil que puedas distinguir nada...

Ese pánico que estaba controlado se soltó de golpe y grité. Salí nadando a toda velocidad, olvidándome de la regularidad de la respiración, pensando únicamente que mi enemigo se llamaba miedo. Todos los depredadores nocturnos olerían el miedo y vendrían a comerme. ¡A mí! Que ya estaba dándome por vencida al ver que no tenía ni idea de la dirección que debía seguir. Menos mal que el flotador hacía su función y me ayudaba a tomar aliento. Lloré durante un momento; pero no se notaba porque el mar era tan salado como mis lágrimas y se confundían. Así que, no me sirvió para nada. Llegué a creer que me rozaban los pies las algas, que estaban a casi veinte metros por debajo de mí y seguía llorando. 

Cuando no me quedaron lágrimas empecé a usar la cabeza de forma constructiva y pensé una manera de salir de allí; en barco. Brillante idea, ¿dónde había uno? Esperaría a que pasase alguien… ¿allí en medio de la nada?

(Continuará)

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