Esta palabra tiene fuertes
similitudes a otras que se encuentran por la geografía española como son
Adsubia en Alicante o Azoya en Huelva.
Ahora que tenemos un poco más
claro el origen, posible, del término, tendremos que saber que es una ZAWIYA,
antiguamente sería lo que ahora entendemos como una ermita o un lugar de
retiro, "un rincón", "un monasterio", ya que las Zawiyas
eran recintos religiosos con fines defensivos o guerreros que se ubicaban en
zonas estratégicas. En árabe actual, una zaouia o zawiya, se puede traducir
como "asamblea" o "grupo", con esta denominación se utiliza
hoy en las zonas del Magreb y de África Occidental, y se corresponde
aproximadamente al sustantivo oriental madrasa.
Más adelante entenderemos porque
este “rincón” se consideraba de cierta importancia y motivó que en él se
erigiera una Zawiya.
Como curiosidad, en la famosa
WIKIPEDIA se hace mención a La Azohía, derivando su significado de “aguas
batientes” del término árabe “as-sahia” o “az-zahía”. Bien, personalmente no
creo que esta acepción sea la correcta ya que nada hace pensar que por este
término se identifique el lugar, La Azohía forma parte de la Bahía de Mazarrón,
una ensenada de aguas tranquilas y viento predominante de levante, lo cual, a
excepción de los eventuales temporales de lebeche, no justifica suficientemente
la acepción. Está claro que no todas las traducciones e información sobre el
topónimo tienen el mismo rigor o interpretación.
Por primera vez, encontramos una
referencia a La Azohía como Al-Zawiya, en la Quasida Maqsura, un poema
compuesto por Abu-l-Hasan Hazim ibn Muhammad ibn Hasan al-Ansari, conocido como
Hazim al-Qartayanni, nacido en Cartagena en 1211.
Para mí, personalmente, la figura
de Hazim ha sido un gran descubrimiento, fue uno de los más grandes poetas,
filólogos y teóricos de la retórica andalusí, lo que vendría a ser un
intelectual de la época.
Nació en la medina de Qartayannat
al-Halfa, es decir, Cartagena, de familia noble. Su padre, natural de Zaragoza,
asumió el cargo de Cadí de Cartagena (juez). A Hazim le hizo estudiar el Corán
en Cartagena y Murcia y completar su formación en Granada y Sevilla, donde
comprendió la filosofía griega a través de las obras de Farabi, Avicena y
Averroes.
Tras la derrota almohade en la
batalla de Las Navas de Tolosa, la España musulmana había empezado a
descomponerse y sucumbir ante el avance de los reyes cristianos Fernando III de
Castilla y Jaime I de Aragón. Esto lo obligó a exiliarse en Marruecos y Túnez,
donde fallece en 1284, lo cual quiere decir que tuvo una vida larga para la
época y por lo que se ha comprobado muy fructífera. Su obra más conocida fue la
Qasida al-Maqsura, una obra poética notable entre la literatura árabe del siglo
XIII. La casida recoge en su tercera parte, unos 300 versos, un canto de
añoranza a las ciudades de su juventud, Cartagena y Murcia, y sutilmente
intenta convencer al sultán de Túnez para que envíe tropas y refuerce la lucha
en la península, frenando así el avance cristiano. Pero el sultán no hace caso
afirmando que los cristianos no son más que una escuadra sin disciplina ni
moral que jamás podrán estar a la altura de los árabes. Ciertamente, la
sabiduría y la ciencia estaban en manos de los árabes siendo los cristianos
unos analfabetos, si bien, al aglutinar sus fuerzas pudieron con un imperio, el
árabe, ya en descomposición por las luchas internas de los reinos de Taifas.
Hazim, obligado por las
circunstancias de su época, no pudo jamás volver a su ciudad natal (conquistada
por los cristianos en 1245), a la que siempre guardó un sentimiento de cariño y
añoranza, reflejada en estos versos:
“…Es un paraíso donde corren ríos de agua, vino, leche y miel;
donde todos los placeres se dan cita, el ver y oír cosas agradables,
las comidas, bebidas y perfumes, las veladas de placer,
el departir en las madrasas, las tertulias literarias, el amor...
el tiempo es como una fiesta continua; las noches, como noches de boda; la vida, un ensueño permanente.
El tiempo se reparte según las estaciones, trasladándose de un lugar a otro, como las estrellas errantes del cielo.
El invierno se pasa en Cartagena, resguardada de los vientos por los altos montes, junto al mar.
El verano, en la fértil vega de Murcia, a la sombra de los árboles cuajados de frutos, entre alcázares y puentes.
La primavera, en los campos, prados y colinas regados por las primeras lluvias.
El otoño, en los baños termales, de los que tanto goza el levante español.
El mejor lugar para pasar el invierno, en la orilla de un mar, entre cañas, cúpulas y casas.
Para pasar el verano, a las orillas de un río, entre palacios, puentes y poblados.
Para pasar la primavera, lugares por donde se desliza el
agua sobre praderías, llanuras y colinas.
Y para el otoño, lugares de aguas, o alhamas, entre árboles
castillos y caseríos…”
(continuará)
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