domingo, 26 de noviembre de 2023

ECO.75 EL QUE VALE, VALE Y EL QUE NO "IA" (II)

EL QUE VALE, VALE Y EL QUE NO "IA" (II), por Juan Miguel Ortiz

(continuación)

 

Naturalmente cuando la Inteligencia Artificial se transforma en algo a disposición del ciudadano corriente surgen continuamente noticias sobre sus virtudes y defectos. Desde el sabio que predice la destrucción de la vida humana hasta el optimista que nos ofrece el paraíso en el futuro.

Como pasa con todas las herramientas es posible utilizarlas para el bien o para el mal, pero eso no depende de la herramienta en sí sino de cómo se emplea. Por remontarnos a una que supuso un cambio fundamental para el ser humano, la imprenta, permitió que los ciudadanos pudieran educarse con la lectura comprando libros que, cuando eran manuscritos, solamente estaban al alcance de unos pocos. Pero, al mismo tiempo, puso al alcance de todos textos que subvertían los valores morales socialmente admitidos hasta el punto de que surgieron los “índices” de libros prohibidos y la persecución de autores e impresores que firmaban sus obras y en muchos casos incluso cuando no las firmaban. Por no hablar de la censura. Tenemos un ejemplo en un nativo de Villanueva, en el Reino de Aragón en España, como dice la sentencia que lo condenó por escribir en un libro, que no se debía bautizar a los recién nacidos (entre otras cosas) y que fue quemado vivo, con leña húmeda, por orden de los jueces del Consejo de Ginebra (Suiza). Se llamaba Miguel Servet y también propuso que la sangre no pasaba del corazón derecho al izquierdo a través de la pared “como cree el vulgo, sino que por un magno artificio” pasaba del corazón a los pulmones mediante la “vena arteriosa” donde se mezcla con el aire para volver al corazón por la “arteria venosa”. Por cierto, que tuvo un escasísimo impacto entre los científicos de la época. Cuando W. Harvey demostró sin duda que la sangre circulaba empezó la medicina moderna.

Otra tecnología que cambió a la humanidad fue la máquina de vapor que inició la era industrial. Naturalmente, una máquina cuya potencia se medía en función (Horse Power) de los 150 kg de peso que podía levantar hasta unos 30 metros un caballo en un minuto, generó innumerables críticas sobre la desaparición de puestos de trabajo en casi cualquier entorno. Cuando se asoció al transporte en forma de locomotora, no solamente provocó los avisos de los médicos sobre los riesgos para la salud del organismo humano al sobrepasar los 30 Km por hora, sino la negativa de los agricultores a que el trazado del ferrocarril pasase por sus tierras por el riesgo de incendio. Por supuesto, el tren se utiliza masivamente para el transporte de pasajeros y mercancías, pero también se puede emplear por los ejércitos en la guerra y desgraciadamente de vez en cuando un accidente de ferrocarril nos recuerda que, como toda tecnología, tiene sus riesgos.

En los años 60 un grupo italiano I Giganti cantaba un estribillo que decía:

Noi non abbiamo paura della bomba

Atomica, atomica, atomica

 

Si hay una tecnología con doble cara es sin duda la nuclear. Aunque hasta el momento solamente un ejército, el norteamericano, haya utilizado en la guerra la bomba atómica, el temor al uso de este arma es suficiente para que el estribillo citado llame la atención y cause la sorpresa lógica y el estupor de quien lo escucha: “Nosotros no tenemos miedo de la bomba atómica”. Por el otro lado la energía nuclear tiene aplicaciones que salvan vidas en medicina. Aparte las centrales nucleares para producir energía eléctrica mejoran la vida de las personas que pueden disponer de luz, calor o frío en su medio. La contrapartida a la ventaja de que su utilización no produzca contaminantes gaseosos está el problema de que los residuos nucleares son peligrosos y difíciles de procesar en un tiempo razonable. Y, por supuesto, como en toda tecnología la posibilidad de accidentes de extrema gravedad. La respuesta pasa por proponer su supresión hasta que se descubre que todavía no se dispone de un sustituto igualmente eficaz (reapertura de centrales térmicas muy contaminantes como resultado del parón nuclear y las dificultades para obtener combustible líquido en algún país).

Estamos viviendo una serie de adelantos tecnológicos que en el campo de la comunicación suponen una revolución comparable a la de la imprenta. Con la “red” que podemos manejar, no ya con un ordenador, sino con nuestro teléfono podemos pagar en el comercio, transferir dinero a familiares y amigos, leer libros o un periódico (cierto que con alguna dificultad por la presbicia), comprar (y vender) prácticamente cualquier cosa, oír música, ver cine, transmitir a cualquiera la grabación de lo que estamos haciendo y por supuesto hablar por el propio teléfono. También podemos ver porno y algunos piensan que es la causa del aumento de delitos contra la libertad sexual, aunque otros piensan que los evitan al actuar de mecanismo de escape.

Curiosamente la respuesta es semejante a la que tuvo la imprenta, por parte de algunos grupos sociales proponer la prohibición o la censura, por parte de los estados generar nuevos tipos de impuestos (a las empresas de internet, a las grabadoras y soportes de grabación o a las fotocopiadoras e impresoras) que, naturalmente, terminan recayendo sobre los sufridos usuarios.

También se dijo que internet eliminaría la prensa escrita e incluso los libros y por el momento lo que ha ocurrido es que se han hecho digitales. Hoy no es difícil acceder con el móvil a cuatro o cinco diarios importantes y el problema en realidad es tener tiempo para leer algo más que los titulares. Algo similar ha pasado con el teatro o el cinematógrafo cuya desaparición se predijo que ocurriría por causa de la televisión y lo que al final ha ocurrido es no solo que se mantienen, sino que la propia televisión o la red son los medios que se utilizan para ver cine o teatro (¿series?).

Lo más probable es que ocurra algo similar con la Inteligencia Artificial.

En primer lugar tendremos que tener en cuenta que los pronósticos sobre el futuro siempre corren el riesgo de que la maldita realidad los desmienta. Hace años que se predijo que la población crecería más rápido que los alimentos y llegaríamos al hambre global, que el petróleo se acabaría o que los coches se desplazarían por el aire en lugar de por las carreteras y nada de eso ha ocurrido. ¿Se acuerdan de las catástrofes que iban a tener lugar con el cambio de milenio? De manera que será mejor no arriesgarse sobre si la IA acabará con el mundo o nos llevará al paraíso.

 

El siguiente párrafo entrecomillado está copiado del prefacio de un libro:

Imaginemos que nos encontramos en el futuro. […] Usted es un hombre de negocios… o quizá es un estudiante que está en la biblioteca recogiendo información para un proyecto de investigación. Afortunadamente su ordenador está a mano…

Lo que necesito saber-reflexiona en voz alta - es cómo la invención del telar de Jacquard influenció las posteriores tendencias a la automatización...

Para su sorpresa el ordenador le contesta y … desarrolla una sesión de preguntas y respuestas hasta que usted esté satisfecho con la información…

[…]

Desgraciadamente es hora de volver al presente. En la actualidad no hay ningún ordenador que ofrezca las posibilidades de la máquina maravillosa de la fábula precedente.

De “A fondo: Inteligencia Artificial“ por H.C. Mishkoff. Ediciones ANAYA multimedia ¡en 1988]

 

Por supuesto, no he resistido la tentación y he hecho con mi ordenador la pregunta a la IA que proporciona el navegador de Windows. En la respuesta me ha recordado, entre otras cosas, cómo el telar se programaba mediante tarjetas perforadas, que fueron las precursoras de las que teníamos que utilizar en los 70 para programar en el ordenador de la Universidad.

 

Será mejor intentar conocer algo sobre cómo funciona la IA para hacernos una idea de sus posibilidades.

De manera muy genérica una IA es un sistema constituido por una base de conocimientos, un motor de inferencia y una interfase entre el sistema y los humanos.

La interfase es el conjunto de elementos que permite interactuar entre la IA y las personas y es el elemento que, desde el punto de vista mediático, ha experimentado el mayor avance. Lo habitual en esta interacción era el uso del teclado y las pantallas (antes fueron tarjetas y listados; y todavía antes interruptores y lámparas) pero ahora la interacción es posible incluso de viva voz.

¿Se acuerdan de lo irreal que nos parecía HAL el ordenador de “2001: Una Odisea del Espacio”, aquella película de Stanley Kubrick, que vimos en el cine en 1968, sobre un texto escrito por Arthur C. Clarke ?

Ahora podemos hablar con una cajita que tenemos sobre la mesa y pedirle casi cualquier cosa siempre que esté conectada a internet.

 

(continuará)


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