miércoles, 17 de marzo de 2021

ECO.59 MÚSICA POR FAVOR: EL PRÍNCIPE LÖWENSTEIN Y LOS "ROLLING STONES"

MÚSICA, POR FAVOR: El príncipe Rupert Löwenstein y los Rolling Stones, por José Rodríguez Millán

En la década de los 60, los músicos de rock se estaban dando cuenta de que, además de componer canciones y cantarlas, tener éxito suponía llevar un negocio. Pero al principio de su carrera, muchos de ellos no se preocupaban mucho de las finanzas ni de los contratos, por lo que eran fácil objeto de engaños; una constante en el mundo del rock.

En el otoño de 1968, Mick Jagger no podía comprender como los Rolling Stones no eran millonarios. Tenían un enorme éxito internacional, llenaban sus actuaciones… pero el dinero no llegaba al grupo. Tenían un contrato con la discográfica británica DECCA, con la que vendían muchísimos discos. Allen Klein, un abogado neoyorquino, que llevaba los asuntos legales de los Beatles, llevaba también los de los Rolling Stones y hacía casi de manager suyo.

Poco a poco, Jagger se dio cuenta de que algo funcionaba muy mal en el entorno del grupo. Una lógica preocupación le llevó a buscar a alguien nuevo que llevara los asuntos financieros de los Stones. El príncipe Rupert Löwenstein, un descendiente de la casa real bávara Wittelsbach, miembro de la Católica y Romana Orden de Malta y director del banco de negocios Leopold Joseph, iba a acabar con esa situación.

Löwenstein no conocía de nada a los Stones. Un conocido común, el marchante de arte Christopher Gibbs, a quien Mick Jagger había pedido consejo sobre su problema, les puso en contacto. Tras su primera entrevista, además de hablar de finanzas, se creó un vínculo; se cayeron bien, a pesar de pertenecer a mundos diferentes.

Lo que también atrajo a Rupert Löwenstein fue la profesionalidad del grupo. Y el carisma del cantante. Cuando Jagger lo invitó al concierto de Hyde Park (medio millón de personas) en memoria de Brian Jones, guitarrista de los Stones que había muerto tres días antes en su casa, el príncipe quedó impresionado por el control que tenía sobre esa masa. Le preguntó si creía poder mover con palabras a la gente que acudía a sus conciertos. Jagger pensó unos segundos, y respondió: “Sí. Llevaría unos veinte minutos lanzarles a que destruyeran algo. Hacer que construyeran algo llevaría algo más de tiempo; quizá una hora”.

Así que se decidió a ayudarles. La mayoría de sus compañeros del banco Leopold Joseph pensaron que el príncipe estaba sacando los pies del tiesto. No le importaron esas opiniones; percibió que los tiempos estaban cambiando y que las estrellas de rock iban a ser los nuevos ricos, aunque la música rock fuera un ruido estridente para él.

Tras el estudio de todos los documentos legales y las primeras entrevistas con Allen Klein, Löwenstein percibió que los anteriores abogados de los Stones no se dieron cuenta de lo anormales que eran los contratos de los Stones con Decca y con Klein. Y vio que podía haber un grave problema con la hacienda británica. Dio un consejo de cuatro palabras a Jagger: “Drop Klein and out”; es decir, cortar su relación con Allen Klein y convertirse en exiliados fiscales. Además de eso, salir del contrato con Decca y litigar con hacienda. Eso supondría muchas horas de abogados, con equipos que habría que formar en Gran Bretaña y en Estados Unidos. La batalla legal sería larga. Jagger decidió ir adelante con todo y Löwenstein se puso a trabajar.

La discográfica Decca estaba insatisfecha con el grupo, sentimiento que era recíproco. No hablaban entre ellos. Decca no entendía ni la música rock ni la razón por la que los Stones vendían tantos discos; sólo firmaron con ellos para no repetir el error de haber rechazado a los Beatles. Por otro lado, los Stones se negaban a discutir el contenido de sus discos con la compañía. Ese contrato no vencía hasta 1970 y tendría que renegociarse, acortándolo en lo posible para que el grupo pudiera negociar otro contrato más ventajoso con quien quisiera. Pero eso requeriría delicadas negociaciones; por ejemplo, había una cláusula según la cual Decca poseía el copyright de todas sus canciones hasta entonces, y de las que “hubieran empezado, pero no terminado” lo que dificultaba la firma de otro contrato con una discográfica diferente, que no podría sacar sus nuevas canciones.

Respecto a la hacienda inglesa, se tenía que encontrar dinero para pagar los impuestos que los Stones debían pagar sobre sus ingresos anteriores (entre el 73% y el 98% del total de ingresos), sin haber hecho ninguna provisión para ello. Para que en el futuro no se derivara tanto dinero a impuestos, los Stones tenían que dejar Gran Bretaña. Tomaron la decisión de irse a vivir al sur de Francia, donde grabaron el doble LP “Exile on Main Street”, uno de sus mejores discos.

Lo más difícil fue acabar la relación con el abogado neoyorkino. Allen Klein era un devorador de incautos. Si los Stones no recibían dinero era porque todo el dinero iba primero a Klein; y Klein les dejaba lo que consideraba adecuado (para él), antes de impuestos. No tenía registro de contabilidad. El estado de los contratos era tan enredado que los abogados de Hacienda no pudieron determinar una cantidad base a la que aplicar esos porcentajes. El príncipe les recomendó, con cierta sorna, que debían hablar con Klein.

La estrategia de Löwenstein en las negociaciones con Klein se apoyó en exponerle que, como el caso iba a ser público, su capacidad para mantener sus actuales clientes y conseguir otros nuevos iba a verse muy afectada incluso si ganaba el litigio con los Stones, al conocerse abiertamente y con detalle sus tretas y tejemanejes contractuales.

Ayudó muchísimo para suavizar esta situación que Ahmet Ertegun, uno de los pesos pesados de la industria discográfica norteamericana, quisiera fichar a los Stones para su sello Atlantic. Ertegun hizo saber a Klein que ya no solo tenía que litigar con Los Stones; también tendría que hacerlo con él. Y eso eran palabras mayores. Finalmente, el príncipe llegó en mayo del 72 a un acuerdo de separación contractual entre los Stones y Klein, lo que no evitó que éste llevara a los juzgados al grupo en multitud de ocasiones en los años siguientes, cada vez que encontraba una minucia legal que le permitiera ganar algo de dinero.

Rupert Löwenstein trabajó con el grupo durante cuarenta años, hasta marzo de 2008, con 75 años de edad, haciendo “de asesor financiero, psiquiatra y niñera”, según sus palabras. Nunca cambió su manera de ser, sus hábitos ni su comportamiento a pesar de estar rodeado de estrellas de rock. Convirtió a los Stones en una máquina de hacer dinero. Así se han mantenido hasta hoy. Están por encima del bien y del mal.

Si esta historia ha interesado a algún lector, les animo a que consigan la biografía del príncipe Rupert Löwenstein, “A prince among Stones”, donde, aparte de muchos más detalles sobre lo aquí he contado, conocerán numerosas anécdotas de la carrera musical y social de los Rolling Stones: la organización de las giras, cómo cada vez se hacían más grandes y movían más dinero; las opiniones del príncipe sobre los miembros del grupo (“…Keith era el más inteligente…”); las mujeres de Mick Jagger y de Keith Richards (Marianne Faihtfull, Anita Pallenberg, Bianca Pérez de Macías, Jerry Hall, Patti Hansen, algún ligue ocasional); cómo los Stones capearon la condena por droga de Keith Richards en Canadá; personajes interesantes del entorno de los Stones (Ahmet Ertegun, Bill Graham, Peter Rudge, Michael Cohl…) y del príncipe (su mujer Josephine, sus hijos, personas de la nobleza, la banca y la empresa -Jagger sabía con quién había que relacionarse-; algunos supercontratos que no se llevaron a cabo… Libro muy ameno, muy divertido y muy bien escrito.

Todas las recomendaciones musicales de esta entrega son de los Rolling Stones. Demasiadas canciones inolvidables.

Aftermath (The Rolling Stones)

Get yer ya-yas out! The Rolling Stones in concert (The Rolling Stones)

Sticky fingers (The Rolling Stones)

Exile on Main Street (The Rolling Stones)

Some Girls (The Rolling Stones)

Tattoo you (The Rolling Stones)

 

Hay muchas recopilaciones interesantes de éxitos de los Stones (Forty licks, Jump back…). Yo le tengo especial cariño a una antigua que tiene canciones de la primera mitad de los años 70: Made in the Shade.









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