María, viuda sin pensión -relato verídico-, por Juan M. Ortiz
María era una
luchadora.
Hija de un obrero de la
construcción y de una mujer de la limpieza, trabajaba en lo que saliese desde
que terminó la primaria y aún así fue capaz de terminar el bachillerato
gracias a las becas del franquismo.
Continuó con becas durante toda la
carrera de Medicina que terminó con una media de algo más de notable. ¡Mas
le valía para mantener la beca!
Pertenecía a ese
minúsculo grupo de universitarios hijos de obrero (el 1% de su promoción), que
además era mujer y todavía le quedaba tiempo para jugarse la beca y el físico
corriendo delante de los grises.
Es notable el celo que
ponía la policía en atizar con la porra a las pocas mujeres que intentaban
escapar corriendo en las manifestaciones. Incluso tuvo ocasión de comprobar, en
Mayo del 68 en París que no había mucha diferencia en el tratamiento a los
estudiantes entre los CRS de una república democrática y los grises de una
dictadura fascista.
Con su título de médico
en el bolsillo continuó su actividad laboral pero ahora cotizando a la
seguridad social, el INP del ministro Girón, con el nivel más alto de la
base reguladora. No en vano tenía un Título Superior. Como en su época no
existían las mujeres-cuota tuvo que superar todas las pruebas previstas
compitiendo con hombres con su misma titulación.
Según las estadísticas
de la Seguridad Social cuando le comunicaron, el día de su cumpleaños, que
pasaba a jubilación forzosa había cotizado durante 38 años y le correspondía
una jubilación de 2752 euros en catorce pagas. Pero le explicaron que los
Presupuestos del Estado decían que había un tope a las pensiones que era de
2522 euros y que por lo tanto le rebajaban 230 euros al mes, que se quedaba el
Estado por solidaridad. Luego le descontaban unos 500 como retención para el
IRPF.
No le sorprendió porque
a su compañero, entonces las parejas eran mayormente heterosexuales, ya le
habían hecho algo parecido.
En realidad, los dos
pensaron que eso no era más que otra muestra del abuso exorbitante del derecho
del Estado sobre los ciudadanos, o mejor súbditos, a los que estafaba
cobrándoles la cuota máxima de un seguro, para luego devolverles como si
hubieran pagado menos.
Lo que si hicieron fue
investigar a quien se le había ocurrido la idea, descubriendo que procedía del
Gobierno socialista de Felipe González en 1984 y que se mantuvo con gobiernos socialistas
y conservadores hubiera o no hubiera crisis. Curiosamente el Tribunal
Constitucional en una magistral sentencia estableció que el derecho a una
pensión en función de lo que se había pagado no era tal, sino una especie de
“caridad” que hacía el Estado que podía establecer la percepción a su capricho.
María y su compañero
pasaron por lo tanto a cobrar sus 14 pagas anuales idénticas en vez de sus
salarios lo que les supuso quedarse con menos de la mitad de sus ingresos de
los últimos años.
Con el tiempo falleció
su compañero y María, ingenua ella, pensó que la pensión de viudedad podría
ayudarla con los gastos habituales, muchos de los cuales se mantenían iguales, a
pesar de que ya no eran pareja y estaba sola. Por ejemplo los impuestos sobre
la vivienda familiar (IBI, tasas variadas, etc.) que antes contribuían a pagar
entre dos ahora seguían siendo iguales pero los tenía que pagar ella sola.
Ahora sus ingresos eran
la cuarta parte de lo que ingresaba la familia antes de la jubilación y algunos
gastos fijos los mismos o mayores que cuando trabajaban los dos.
Solicitó su pensión de
viudedad y se la concedieron, para contarle a renglón seguido que iba a cobrar
cero euros ¡porque ya estaba cobrando el máximo!
¡¡¡¡Como para creerte el
cuento de las pensiones públicas y la maldad de los planes de pensiones
privados!!!
Post scriptum.
Teniendo en cuenta que
hay más viudas que viudos ¿no podría alguna organización feminista reivindicar
el derecho de las viudas a mantener un nivel de vida similar al que tenían
cuando compartían ingresos con sus compañeros?
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