AMANECE QUE NO ES POCO..., por Nuria Llerena
Aunque no seamos conscientes de ello, cada mañana
amanece un nuevo día. Aunque no veamos salir el sol, éste no descansa. Cada
jornada sale a pasear y cuando abrimos nuestros ojos inaugurando un nuevo día, se
nos da la oportunidad de vivirlo como se merece.
A veces nos damos cuenta de que nuestra vida se
ha vuelto monótona; siempre hacemos lo mismo y, además, lo hacemos de la misma
manera; no damos cabida a la creatividad. Nuestra mente comienza a funcionar en
piloto automático desde por la mañana hasta que nos acostamos, embarcándose en
su pensar sin fin, dando vueltas y vueltas a ciertas ideas. Muchas veces, el
día pasa volando y, en ocasiones, ni nos acordamos de lo que hemos hecho.
Cuando estamos preocupados, nos cuesta mucho trabajo estar presentes en lo que
estamos haciendo: nuestra cabeza no para de elaborar planes, de rumiar las
mismas ideas constantemente y esto, aunque no nos demos cuenta, nos genera
malestar. Pensamos continuamente, estamos tan acostumbrados a hacerlo que no
nos damos ni cuenta y pasa a formar parte de nuestra vida, ocupando demasiado
de nuestro tiempo.
Los pensamientos generan nuestras emociones: si
pensamos en algo que nos molesta, seguramente comenzaremos a sentirnos mal,
enfadados; si recordamos con nostalgia, nos invadirá la tristeza; si pensamos
en algo que nos puede ocurrir a nosotros o a nuestra familia o amigos,
seguramente sintamos miedo… Los pensamientos están tan ligados a las emociones que
así como pensemos, así sentiremos. Y no solo eso, normalmente hablamos de lo
que está pasando por nuestra mente, de lo que nos “pre-ocupa”, por lo que nuestro día a día se enfoca en lo que no nos
gusta, en lo que nos da miedo, en lo que nos hace sentir mal. Si somos capaces
de ir para atrás en este proceso que se realiza en nuestra cabeza de forma
inconsciente, nos daremos cuenta que la raíz de este problema son nuestros
pensamientos. Por ello, es tan importante estar alerta, conscientes de todas
las ideas que pasan por nuestra cabeza. ¡Aunque parezca mentira, podemos
elegir! Podemos elegir lo que queremos pensar y con ello lo que vamos a sentir.
Podemos elegir la vida que queremos en lugar de sumirnos en un “tran-tran” sin
sentido. Cuando vigilamos nuestros pensamientos somos capaces de discernir si
lo que pensamos nos hace sentir bien o nos genera estrés, tristeza, miedo...
Cuando comenzamos a controlar nuestra mente nos
damos cuenta que nuestra vida poco a poco comienza a cambiar; sin apenas
notarlo, empezamos a hablar de otras cosas, nuestra conversación es más amena
porque ya no estamos todo el rato quejándonos de nuestra salud, de las personas
que nos rodean o de nuestros problemas y al dejar de pensar en ello, dejamos de
atraer esos sentimientos, por lo que
empezamos a sentirnos mejor, primero con nosotros mismos, luego con las
personas que nos rodean y con la vida en general. Todo comienza a ser más
fácil; nuestras relaciones con los demás mejoran. Esto es tomar consciencia de
nuestra dinámica mental y elegir lo que queremos para nuestra vida. Mucha gente
piensa que esto no se puede hacer; no me creas a mí, prueba a hacerlo y aunque
a veces resulte un poco difícil, es cuestión de práctica, los resultados
merecen el “esfuerzo”.
Para dejar de pensar en lo que nos preocupa,
podemos comenzar a centrarnos en lo que nos rodea. La vida pone cada día cantidad de milagros en los que
podemos enfocarnos, milagros que habitualmente pasan desapercibidos porque nuestra
mente se encuentra ocupada, pensando. La naturaleza se despliega cada mañana
para que admiremos su belleza y nos relajemos con su armonía y la energía que
nos transmite un amanecer, una flor, las nubes, las olas del mar...
Como decía al principio, aprovechar cada amanecer
como un nuevo Ama-nacer, un darnos
cuenta de que estamos vivos, que cada día empieza una nueva vida en la que
podemos re-crearnos, hacernos nuevos…
Cada mañana nace la oportunidad de abandonar las viejas ideas y empezar a elaborar-nos de forma creativa,
interesados en mejorar, en cambiar. Ser capaces de ver que en esta labor somos
los principales protagonistas y de nosotros depende el disfrutar del día que
empieza. Abrir los ojos, respirar hondo y dar gracias por todo lo bueno que hay
en nuestra vida, poner luz en todo eso maravilloso que también forma parte de
ella. Enfocarnos en lo bueno genera paz en nuestra mente y en nuestro ser de
forma global.
Por ello, y como decía Susana Torres, la profe de
Biodanza de la Azohía, os invito a probar, os propongo que os vayáis haciendo más
y más conscientes de vuestros pensamientos y como si vuestra vida fuera una
receta nueva de cocina, cada día ir añadiendo una pizca de tranquilidad, una
cucharadita de atención, un puñado de
optimismo, 100 g de paciencia y un montón de alegría y humor, porque, ya lo
dice el dicho: “Sin sentido del humor la vida no tendría sentido”.
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