LA ÚLTIMA ASPA ROJA, por José Luis Mozo
Quiero agradecer en primer lugar a mis compañeros de La Torre
de Santa Elena la deferencia que tuvieron publicitando la presentación de esta
novela, y la presencia de todos los que acudieron al acto en Madrid durante una
tarde infame de vientos, lluvia y atascos de tráfico, entre los que destaco a
los amigos murcianos que allá encontré, desafiando a los elementos, aun
sabiendo que es mi intención repetir esta presentación en tierras murcianas. Y
muy especialmente al presentador, José Calvo Poyato, en mi opinión (y en las de
otros muchos) nuestro más brillante novelista histórico contemporáneo, quien también
accedió amablemente a desplazarse desde su Andalucía. Definió certeramente el
libro como una ucronía.
Del mismo modo que utopía es el lugar que no existe, y por
tanto sólo puede ser habitado por la imaginación, ucronía es el tiempo que no
ha existido y su continuación en el presente y en el futuro admite ser
construida con toda lógica pero no dejará de ser igualmente imaginaria. De tópos
y cronos, como bien saben los versados en griego.
En mi primera novela publicada, La Barca del Portugués,
se narra la transformación de la monarquía constitucional española del siglo
XXI en una república islámica. La Última Aspa Roja, continuación de la
anterior, desarrolla la convulsa vida de esa nueva república durante su primer
año de existencia (10 de octubre a 24 de septiembre).
La primera idea para abordar este relato me la dio el osado
discurso del entonces presidente de Argelia Houari Boumèdiéne ante una audiencia
mundial (Naciones Unidas, Nueva York 1974) cuando pronosticó (¿o amenazó?) la
invasión de Europa por parte de millones de africanos. “No llegarán como
amigos, sino como conquistadores, poblándola con sus hijos. Los vientres de
nuestras mujeres nos darán la victoria”.
No faltarán entre la población autóctona quienes califiquen
esto de delirio, fanfarronada o similares, siguiendo la fórmula del avestruz,
cabeza oculta para ignorar lo desagradable, algo que Europa viene practicando
desde el fin de la gran guerra, tras haber pasado otra guerra aun peor. Claro
que para eso estamos tocando ya el paraíso, el camino de Oz 2030, con sus losas
doradas, bien numeradas para no perderse, y con diecisiete mojones. Entre estos
hitos cabe destacar la alimentación para todos (por cierto, los alimentos del
mundo cada vez los mueven menos manos y no precisamente bajando precios), energía
para todos (después de haber declarado peste para el planeta las fuentes más
versátiles y productivas, para dejarnos a los pies de los señores del gas y del
petróleo, mientras se siguen instalando carísimos y vistosos generadores de
baja productividad y alta inversión, negocio para algunas privilegiadas manos,
que imagino son las mismas que se lucran con los alimentos). Y hay que añadir
otro hito de la máxima importancia: la paz del mundo. Esto, como se está
demostrando, sirve para que cada cual arrime el ascua a su sardina, elija
partido y saque beneficios, que las guerras son el negocio más rentable que
existe para quien pueda lucrarse con ellas.
Más de ciento cuarenta naciones firmaron este acuerdo. O sea,
el compromiso de acudir a sofocar este fuego donde y cuando apareciese. Hoy, a
la mínima vergüenza que tuviesen, deberían estar todos como una piña de
bomberos en tan digna tarea. ¡Pero no!, están echando más leña, cada uno la que
le conviene. La leña se vende cara.
Así que, bien probado lo que podemos esperar del futuro
“oficial” 2030, ¿qué está pasando con la supuesta “baladronada” de Boumèdiené
medio siglo después? Lean los indicadores demográficos. No son fáciles, por la
parte clandestina de la inmigración, pero podemos estimar que la población
musulmana en España supone un 5% del total. No hace mucho Cataluña y Murcia
doblaban la media, mientras la cornisa cantábrica y Navarra se quedaban muy por
debajo. Pero se va equilibrando por el crecimiento de Madrid y de otras
comunidades del centro. A destacar que algo menos de la mitad ya son de nacionalidad
española. Éstos no pueden gozar del derecho de discriminaciones en asistencia
social ni en nada. Si de hecho lo consiguen es porque los de origen magrebí
están más activos en sus reivindicaciones y también más y mejor asesorados.
Seguramente, los datos más fiables son documentos de la Unión
de Comunidades Islámicas de España, también cofundadora de la Comisión Islámica
de España y del Consejo Musulmán de Cooperación Europea. Si se creó es porque
hay vocación de unidad entre las varias comunidades que existen. ¿Cuántas?
¿Diez, cien? Yo calculo que entre 800 y 1000. Si alguien tiene interés especial,
que fisgue en el registro de entidades religiosas del ministerio de justicia.
Nosotros tenemos muchas menos y algunas andan a palos por ver si logran pisar a
las otras. Toda una lección.
El líder histórico del movimiento islámico en España fue Riay
Tatary Bakry, hasta que lo mató la exacerbación de la pandemia. No era magrebí
sino sirio, por lo que debía conocer y sentir más próximo lo que para el islam
ha supuesto en Oriente Medio la discrepancia entre suníes y chiíes. Aun con la
abrumadora superioridad numérica de los primeros (un 85% de los musulmanes del
mundo son suníes), la fortaleza que los chiíes presentan en Irán ha provocado
no pocos conflictos. En el Magreb casi no existen. Fundó la mezquita Abu-Bakr,
la primera en Madrid, donde oraba regularmente, incluso después de la
construcción de la gran mezquita Omar, de claro patrocinio suní. Tatary se
quiso mostrar siempre como conciliador y la Unión de Comunidades ha mantenido
esa línea, pero también es reivindicativa. Y ya supondrán ustedes lo primero
que reivindican: más comedores, más residencias, más subsidios… Pues, ¡agua!,
han supuesto ustedes mal. La primera reivindicación es más mezquitas.
El islam no es solamente una religión, es una forma de vida.
El templo no es solamente un lugar de oración, es también una escuela. Ellos
dan prioridad a la escuela. Otra gran lección. Enorme lección. Con una cadena
de despropósitos que culminan en la ley Celaá, España está lanzando al
precipicio lo más importante, a los jóvenes que tienen derecho a ser formados
para afrontar por sí mismos su futuro, que no sea el de mendigos del Estado o
de sus propios padres. Pero, en fin, los partidarios de la cabeza escondida
pueden pensar que con un 5% de población aún queda mucho para que una educación
más exigente se haga cargo del futuro entre las generaciones actuales. Además
de no querer afrontar la realidad, tampoco estudiaron matemáticas.
Déjenme acabar con una reflexión sobre Inglaterra. Parece un
lugar muy lejano, pero tiene un porcentaje de población musulmana similar a la
de España y a la media europea, entre el 5,2 y el 6,4%. No es Francia. Ni
siquiera Bélgica. Y es Inglaterra. No pido que imaginen lo que ha pasado porque
seguro que ya lo saben. Sadiq Khan, musulmán practicante, gana las elecciones a
la alcaldía de Londres. Y Westminster y Oxford y Birmingham y Leeds y Sheffield
y… ¿Y cómo, con una mayoría sajona?
La respuesta está en la unidad, disciplina y fe que la
comunidad islámica muestra como una piña. En los años 90 hace su aparición en
Londres al-Muhajiroun, un grupo fundado en 1986 por el salafista sirio Omar
Bakri, que acuñó una frase hasta cierto punto pacifista, “Dios tiene
prohibido matar excepto si la justicia lo exige”. El islamismo extremista
es teocrático. Por tanto, la definición europea de la democracia es para ellos errónea
y estúpida, y sus leyes también ¿Para qué las leyes de los hombres si existen
las leyes de Dios? La justicia debe buscarse en la sharía. Bakri,
que aplaude el terrorismo de la Yihad (celebró los ataques a las torres de
Nueva York), sin embargo prohíbe a sus seguidores participar en la violencia en
Gran Bretaña, a la vez que les recomienda vivir del subsidio de desempleados
para tener tiempo que dedicar a la causa. Y una frase que no necesita ser
explicada: “Mi deseo es ver nuestra bandera del Islam ondeando sobre el 10
de Dowing Street”.
¿Es éste al plan trazado para la invasión, inundar las
instituciones por el propio camino que las estúpidas leyes democráticas
ofrecen? ¿Y luego? Los laboristas abrieron un Foro Racial, en el que un
destacado integrante musulmán tiene un pariente llamado Sadiq Khan, el alcalde
que, entre otras cosas, se declara feminista.
En abril de 2004 Bakri alertó ¿amistosamente? que Europe
al-Qaeda (Londres) planeaba llevar a cabo una gran operación. En 2005 al-Muhajiroun
fue ilegalizado y Bakri, expulsado, volvió a Oriente Medio, en concreto al
Líbano. Al poco, el terrorismo reventaba el Metro de Londres. La pregunta sigue
en el aire: ¿el modelo es el inglés?
Por si acaso, la demente política actual de este nuestro
Estado de las Comunidades haría bien en plantearse fórmulas de entendimiento mutuo
que den cierta solidez a ese Estado cada vez más exánime y podrido, como decía
Don Gaspar. Y arrinconar de una vez y para siempre la resurrección del odio,
aquel que en su día arrinconamos los de la heroica quinta del 68 para instaurar
la libertad sin ira. Odio con el que alguien pretende recuperar una guerra que,
por cierto, nunca perdieron, y que mejor harían colocándola definitivamente y
objetivamente en la historia.
Aunque para ello, es una historia que deberían empezar por estudiar y aprender.
Execrable
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