lunes, 26 de septiembre de 2022

ECO.68 EL EGÓLATRA -relato-

El Ególatra -relato-, por Mercedes Aróstegui 


Siempre me ha llamado la atención el mito griego de Narciso, que os contaré brevemente:

Narciso era un joven de una gran belleza, todos se quedaban mirándolo y se enamoraban de él, pero él sabiendo ese don suyo, vivía rechazando a los demás. Su engreimiento era tal, que la diosa de la venganza, Némesis, lo castiga por su poca sensibilidad y orgullo. Hizo que Narciso se viera reflejado en un estanque y que se enamorara de su propia imagen, quedando prendado de ella, y queriéndole dar un beso, cayó a las aguas y se ahogó. Allí fue donde creció una flor que mirando hacia abajo todavía cree verse reflejada, por eso le pusieron su nombre.

Esta historia nos deja una preciosa flor, pero también nos hace ver cómo algunas personas se vuelven unos ególatras. Todos conocemos a personas así.

Cierto día, nuestra gata del tejado, vio a una joven sentada en un balcón, rodeada por unos espléndidos narcisos amarillos. Escribía una carta, en la que relataba el porqué de su decisión:

Si te preguntas por qué me marcho, te diré que: no te interesan muchas cosas que te cuento, no eres capaz de interesarte por lo que hago, enseguida cambias de tema para hablar de ti, abstraído por tus pensamientos tu mundo eres tú y lo que te rodea, compartes sólo si alguien es el que se acerca pero tú no sales a interesarte por nadie, nunca te he oído decir la sencilla frase de ¿Cómo estás?”.

Idealizado por ti mismo concluyes en tus pensamientos con: “El que quiera que venga a mí, disfrutará de lo seguro y complaciente que soy hablando de mí”. Te idolatras aunque no lo sepas. Nunca compartiste con nadie que no fuera capaz de darte algo que te apeteciera. Tienes muy claro lo que a ti te gusta y te interesa, como si eso fuera una virtud. Fuera de tus convicciones no quieres escuchar más. Crees tener el medidor del esfuerzo y a partir de ti mides a los demás. Estás tan orgulloso de ti mismo que te crees un triunfador, por lo que te permites decirle a muchos que están equivocados, que el camino al pódium es por otro lado. Crees siempre que tu crítica es la acertada, estableciendo situaciones en las que, por lo visto, solo cabemos “los derrotados”, por lo que tú nunca entrarás, y si alguna vez pusiste un pie saliste rápidamente airado por no corresponderte ese lugar. Impregnado en vanidad y sin ningún sentimiento de solidaridad eres incapaz de contraer el más mínimo compromiso por los demás, rechazando cualquier sentimiento de compasión o empatía.

Me voy definitivamente. Ahora, como buen ególatra, por tu cabeza rondará la idea de mi torpeza por haberte perdido.

Te dejo en la compañía de lo único que has sabido cuidar: “tus narcisos”.

 

(Relato incluido en el libro «La gata del tejado» de Mercedes Aróstegui Fernández de Píñar, de venta en Pepelino)



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