Nos ha sorprendido una tragedia. Salvemos lo de más valor, por A.F.García
Que nos ha sorprendido una gran tragedia lo han reconocido muchas cabezas. La primera líder política en reconocerlo a nivel mundial ha sido Angela Merkel, la Canciller Alemana.
A nivel español, para cualquiera que sepa un poco su historia del siglo XX, es su mayor tragedia desde su Guerra Civil.
No hemos sido pocos los que hemos pensado y hemos dicho que esta catástrofe es muy grande, de graves consecuencias. No hemos sido pocos los que estamos diciendo que pretender vivir en el futuro como vivíamos hace un año es un gran error que debemos corregir.
Y lo debemos hacer lo antes posible. Cuanto más se tarde en reaccionar más graves serán las consecuencias. “En una gran catástrofe no sobreviven los más fuertes sino los que mejor y antes se adaptan a la nueva situación antes de que sea demasiado tarde”.
Deseo e invito a cualquier persona española o residente en España a que se informe, razone y tome conciencia de que estamos en una emergencia en la que estamos envueltos en lo que va de año, de la que aún no podemos decir que está controlada. Todos hemos visto imágenes o escenas semejantes, y, tristemente, dramáticas y frecuentes. Dos muy claras.
Imagínate, joven, que se ha incendiado tu casa y estáis todos dentro, con todas vuestras cosas. Tienes que decidir, tienes que elegir y muy pronto. No hay tiempo para pensar y menos para los titubeos Tiene que ser pronto… ¿Qué eliges? ¿Qué decides? No cabe la ambigüedad ni la pasividad.
La misma situación se da en un barco. Suponlo viniendo de Indias con un tesoro, el de “Nuestra Señora de las Mercedes” y 300 tripulantes, 300 personas. Y como en 1789 hundiéndose frente al Cabo de San Vicente.
Si eres el responsable de la tripulación ¿qué harías?
¿Cuál es tu escala de valores? Si
nunca te lo habías planteado, tienes que hacerlo forzosamente ahora. Son
decisiones en momentos determinados de la vida, que alguna vez hay que tomar,
más de las que uno cree.
En aquella ocasión el responsable, o responsables, dio preferencia a la vida de las 300 personas en vez de a las 2.600 monedas de plata y oro. Eso ocurrió a decenas de navíos españoles y a muchos de diferentes países costeros a lo largo de la historia.
Sirva de ejemplo el caso de San Pablo. En el año 60 de nuestra era viaja como prisionero desde Palestina hacia Roma para ser juzgado por el César.
Desde Creta son arrastrados por un temporal hasta la costa de Malta, donde por consejo de Pablo comen, después de varios días sin hacerlo, y arrojan a continuación el cargamento de cereal para poder acercarse a la costa. embarrancan, rompiéndose la nave, pero salvándose todos, 276 personas: unos, sobre las maderas, otros, a nado.
Grupos de personas jóvenes, y no tan jóvenes, se dejan seducir, engullir por una euforia despersonalizada, vacía… en un botellón, una noche de discoteca, un concierto (y no de música clásica) ... Esas concentraciones, muy densas, de mucho griterío, mucha bebida… sacan a la persona de sí mismo, de su capacidad de reflexión, para desahogarse, integrarse y diluirse en el grupo, que puede llegar a ser una válvula de escape a la ansiedad de algunas personas, que viven, tal vez demasiado en función del grupo.
Yo les pediría que analizaran un poco estas situaciones fuera del contexto, con un poco de lejanía, poniéndolo en una balanza imaginaria. ¿Qué hay en esos eventos tan atrayentes de arte, de cultura, de desarrollo humano… de duradero, que haga a las futuras generaciones recordarlo con agrado, como algo creativo, interesante y digno de recordar como aportación positiva a la humanidad futura?
Desde estos renglones quiero trasladar algo positivo a todas las personas, estén en la situación y sean de la condición que sean.
Sin embargo, me dan no poca preocupación esas personas que les falte imaginación, capacidad e iniciativa para saber superar tan rutinarias y peligrosas, o arriesgadas diversiones. Todavía estoy esperando algo de imaginación creativa para la sana, positiva, y creadora ocupación del ocio, que no suponga poner en peligro la salud y la vida de las personas que nos rodean, y por supuesto, la nuestra.
Superados los 80 años, me está tocando compartir vida adulta con la generación que ha puesto en grave peligro la existencia de vida en la tierra. No me quiero ir así. Deseo seguir con esperanza, deseo irme con el convencimiento de que la vida en nuestro planeta se está regenerando en todos sus ámbitos, géneros, especies….
Dime, joven qué te queda dentro del alma después de esa fiesta tan rumbosa un año después, una semana, un mes… incluso si ha sido apoteósica, el no va más.
Ahora, dime, si algunos de tus familiares, amigos, vecinos se han contagiado, están en la UCI, descarto su fallecimiento. O simplemente, han confinado a una gran parte de vosotros por algunas semanas, o se ha quedado sin su empleo, ¿cómo te sientes? ¿Se normaliza tan pronto tu estado de ánimo y de la misma o mejor manera?
La ocupación del ocio es buena y necesaria, depende del enfoque que se le dé: Puede ayudarnos a disfrutar de la vida y mejorar nuestra salud; puede llevarnos a hacerla trágica.
Reflexiona, compara y elige. ¿Qué vale más: una de esas fiestas de las que consideran insuperables, con consecuencias que te hacen lamentar toda la vida; o una vida sana y normal para ti y los tuyos?
La vida es tu primer bien, el de
más valor. Sin vida ¿para qué quieres los demás valores?
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