Crónicas del Coronavirus: Murcia en el País de Nunca Jamás, por José Luis Mozo
La fábula de Claudio Collodi nos
cuenta como seducen a los niños perdidos tentaciones halagadoras que les
muestran el camino hacia el país de la felicidad. Una vida con el dios ocio y
su hijo predilecto, parido de la abundancia, que se llama placer. Impresionante
el talento premonitorio de Collodi, a quien sólo faltó el nuevo espíritu santo,
San Google, para la trinidad. Poco tardó James M. Barrie en proporcionar a los
niños perdidos su nuevo paraíso, la isla de Nunca Jamás, con un invencible
superniño, llamado Pan y vestido de verde ecológico, que los protege del diablo
Garfio y garantiza diversión y preadolescencia eternas. Así se entierra la dura
moraleja de Collodi, donde los niños perdidos son transformados en burros y
condenados a entregar el resto de su maltratada vida a la mayor riqueza de sus
tiranos y a morir por ella.
Han pasado más de cien años, Pan
ha muerto y el diablo ahora se llama Covid, que intenta el exterminio de los
nuevos protectores (epidemiólogos, médicos, científicos, sanitarios), con cincuenta
mil contagios y cerca de cien fallecidos entre nuestros profesionales de salud.
Así pueden manejar la situación impunemente los políticos, quienes, sin que
nadie entienda el porqué, esconden muertos. Los ataúdes, señores, no se pueden
esconder porque son fáciles de contar. Lo saben bien quienes los manejan (las
empresas funerarias), que han registrado en los meses duros (marzo, abril,
mayo, junio) un aumento del 30% sobre los treinta y cinco mil decesos mensuales
que se daban en España. Mucho aumento para accidentes de tráfico. Claro que a
lo mejor se justifica por el injustificable y criminal abandono de otras
patologías críticas (cardiacos, oncológicos…), que se han quedado apartados
como desechos hasta el final (¿?) del Covid. Apartados legalmente, por una
dictadura muy legal y, para colmo, constitucional.
Y en medio de este escenario, una
región autónoma pequeña, llamada Murcia, mantuvo su número de decesos en las
cifras de siempre durante las fases más críticas. Existe, además de la
autoridad que puedan dar la fuerza y la ley, una autoridad moral que da la
razón. Murcia la tiene y el gobierno regional tiene la responsabilidad de
usarla. No vale seguir aceptando la condición de hermano pequeño y sometiéndose
a la voluntad del todopoderoso (y legalmente tiránico en el estado de alarma)
gobierno de la nación. Ni en el mando ni en las ayudas. Tiene que poner, para
ambos, su valor encima de la mesa.
El pueblo llano, que está siendo acusado
de vulnerar las instrucciones de seguridad (pero, ¿hay seguridad?), sigue
creyendo, a falta de un plan B del gobierno, en su milagro A, el vuelo hasta la
isla de la felicidad, llamada ahora vacuna, y que nadie sabe a cuántos años luz
queda después de pasar la última estrella. Porque el milagro B, la extinción
del patógeno, ha caído en el descrédito. El virus no ha venido de vacaciones,
sino a quedarse, y hay que vivir y sobrevivir con él. El que sí existe desde el
principio, aunque la publicidad no haya alardeado de ello, es el plan B del
gobierno. Lo llaman rebrote, y justifica salir volando velozmente hacia Nunca
Jamás.
Nunca Jamás un nuevo
estado de excepción, otra dictadura. Sólo ha servido para hacer la peor gestión
de la epidemia entre los 33 países más desarrollados del mundo, según el
estudio de la Universidad de Cambridge que dirigió el prestigioso Jeffrey Sachs
con el equipo de la fundación Bertelsmann Stiftung para Desarrollo Sostenible.
Independientes a tope. Y si algún malpensado quiere desconfiar de Cambridge y
pensar que pueda barrer para casa, basta decir que el Reino Unido ocupa el
lugar 31, con lo que el margen que le queda al malpensado es cortito. Mientras
tanto, leyes y resoluciones con maldita la urgencia iban cayendo aquí como un
goteo.
Nunca Jamás dejar campar a
sus anchas a los políticos en esa gestión. Para eso están los científicos y sanitarios,
ésos a los que un virus maligno y una mano negra parecían empeñados en
exterminar. En Madrid, la gestión política acabó sentada sobre una gran pira de
cadáveres, por la prioridad de sus agendas y sus objetivos y su ocho de marzo. Una
pira tan grande que algunos viajaron quinientos kilómetros para ser
incinerados. ¿No podían viajar los vivos para ser tratados? Los cortes de
desatención por edad en muchos hospitales madrileños fueron una realidad por
decisiones médicas. ¡No fueron políticas! Tuvieron que tomarla los médicos,
abrumados por la penuria de medios, la sobrecarga de trabajo y los contagios de
sus propios efectivos. Y mientras tanto, en Murcia quedaban las camas vacías,
los respiradores sin usuarios, los quirófanos cerrados y una inacabable lista
de espera de intervenciones porque la prioridad Covid las dejaba de lado. Para
eso debió haber servido la buena gestión del gobierno.
Nunca Jamás paralizar la
economía con el pretexto de la salud. El 87% de los fallecidos superan los 64
años, por lo que en su mayoría no eran población activa, con discapacidades en
muchos casos. ¿Para qué esos miles de despidos temporales que acabarán en
definitivos? ¿No podían algunos haber tomado el lugar de temporeros que,
venidos de las partes más diversas, han sido causas de algunos rebrotes? ¿O es
que el verdadero objetivo no era (¡vaya usted a saber por qué!) la salud
pública, sino hundir a tres millones de autónomos, provocar la quiebra de instituciones
privadas de salud y el paro de sus doscientos setenta mil trabajadores, u otros
logros espurios ocultos en un plan secreto de asalto al poder?
Nunca Jamás otro paso
atrás que nos siga alejando del mejor sistema hospitalario del mundo, que fue
el español hasta 2013, en el que los duros ajustes económicos provocaron cierto
retroceso, hoy aun subsanable. Un liderazgo basado en sumar recursos (no en
destruirlos) con más economía, más calidad y más eficacia. Barcelona plasmó su
preocupación por el futuro de su sanidad privada en el fondo de contingencia (Diari
Oficial de la Generalitat de Catalunya del 11/04/2020), pero no parece que
otros territorios se hagan eco de la misma preocupación.
Nunca Jamás utilizar
perversos planes de enseñanza, cuya calidad se situaba hace 4 años en la
vergonzante posición 23 de los 28 países de la OCDE (y descendiendo), para
convertir a niños y jóvenes en borregos de apriscos construidos a la mayor
gloria y riqueza de nuevos amos. Otra vez debemos pedir que se eclipsen los
políticos en favor de los docentes, a los que hay que devolver el protagonismo
que su saber merece. Muchos crímenes se cometen, por desgracia, contra la
infancia, pero pocos tan graves como negar a cada niño la mejor formación que
él sea capaz de asimilar y hacerle nacer con una deuda imposible de pagar
porque sus predecesores han tenido el capricho de vivir por encima de sus
posibilidades.
Nunca Jamás la enseñanza
on-line ni el cierre de la educación especial ni una escuela pública monolítica
en su vaporosa igualdad, factoría de mediocridad y de futuros excluidos del
mercado laboral. Siempre enseñanza presencial y plural, con el profesorado al
mando, el alumnado bajo su disciplina, y el objetivo de sacar de éstos el mejor
resultado posible.
Un proverbio oriental dice que la
tierra no es una herencia que nos hayan legado nuestros antecesores, sino un
préstamo de nuestros hijos. Bien está cuidar arbolitos y pajaritos para
devolvérselo, pero lo principal es que haya hijos. No burros amarrados por la
más gruesa de las cadenas (el miedo), encerrados en un zulo protector. Prudencia
siempre. Miedo, Nunca Jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se ruega NO COMENTAR COMO "ANÓNIMO"