Lo que nos ocupa: el Covid19, por Francisco B. Ramos
Actualmente, lo que nos preocupa y ocupa, en
relación a la salud es la pandemia del coronavirus por motivos más que
justificados y de ello estamos más que informados porque todos los medios de
comunicación, las autoridades sanitarias, los colectivos sociales y los propios
vecinos y amigos nos trasmiten sus preocupaciones y “soluciones” para combatir este
virus que tanto está dañando nuestra salud, economía y forma de vida.
No soy yo nadie para aportar cosas nuevas ni
novedosas sobre como atajar esta pandemia, pero me gustaría reflexionar con
vosotros algunos aspectos sin pretensión de ninguna.
A fecha de hoy, agosto de 2020, ante el
aumento de número de casos y brotes comunitarios estamos en la tesitura de si
esto corresponde a la esperada segunda oleada de la pandemia o si son brotes
aislados relacionados con actividades muy concretas cuyo control está centrado
en la detección precoz de los casos, rastreo de los contactos y diagnóstico
precoz con la prueba PCR. Para que esta medida sea eficaz es necesario, además
de poner los recursos necesarios (personal sanitario o parasanitario, test
diagnósticos, puntos de atención) y actuación unificada de todas las
Comunidades Autónomas, la participación y colaboración responsable de la
población.
¿Qué hemos aprendido?
ü Hoy por hoy, hemos observado que la enfermedad no afecta tanto a
las personas más vulnerables, inmunodeprimidos, enfermos crónicos, personas
mayores, debido, se supone, a un comportamiento responsable y la rigurosidad de
poner en marcha las medidas higiénico-sanitarias. Por el contrario, afecta más
colectivos de trabajadores que por su actividad laboral o sus condiciones de
vida (hacinamiento) y a jóvenes que por su estilo de vida y frecuentación de
lugares más hacinados (discotecas, pubs, botellones o fiestas) le es más
difícil de mantener estas medidas.
ü Conforme el número de casos aumenta se ha observado que el virus
se manifiesta con otros síntomas que antes pasaban desapercibidos como perdidas
sensitivas (sabor y olor) manifestaciones cutáneas lo que nos está ayudando a
conocer mejor al enemigo, así como a utilizar una serie de fármacos o cocteles
de fármacos que controlan mejor la enfermedad, tanto en su fase inicial, con
antivirales, como en su fase más tardía frenando la producción de citoquinas.
Aspectos que nos proporciona mayores instrumentos para atacarlo.
ü
También nos ha sorprendido la
resistencia de este virus a las temperaturas altas, tirando por tierra todas
las teorías que presagiaban a igual que ocurre con el virus gripal que iba a
ser un virus estacional. Así como hemos observado que el tiempo de
supervivencia en el medio ambiente es más prolongado.
ü
Que la inmunidad que produce
parece estar ligada a los linfocitos T (células con poder destructor) y no
tanto al nivel de anticuerpos circulantes (inmunoglobulinas).
ü
Que los test diagnósticos de
anticuerpos dejan mucho que desear, teniendo una baja sensibilidad.
ü
El aumento de diagnósticos y la
afectación de la enfermedad a esta población más fuerte fisiológicamente,
ayudado por el mayor conocimiento del tratamiento de la enfermedad hace que la
tasa de mortalidad y letalidad de la enfermedad baje. Dato que nos da un cierto
grado de esperanza.
ü
Que, a pesar de todo, las
medidas higiénicas son las más eficaces para el control de la enfermedad.
¿Qué esperanzas tenemos?
La principal es la elaboración de una vacuna que prevenga de la infección,
pero también elucubramos con la teoría de que con el paso del tiempo el virus
pierda virulencia, por el principio de supervivencia, quiero decir, si el
huésped del virus que somos nosotros estamos vivos, él tiene más posibilidades
de reproducirse y de vivir.
Hablemos de las vacunas
La función de una vacuna es prevenir las enfermedades, para ello
debe ser eficaz, se podría considerar una vacuna eficaz si previene, al menos, el
60% de las infecciones y también segura, que su administración no produzca
daños mayores de los que se quieren prevenir.
Además debemos saber qué cantidad de vacuna y en cuántas dosis se
debe administrar para que produzca el efecto protector y cuánto dura dicho
efecto.
Actualmente se está trabajando en varias líneas de elaboración de vacunas y que están en diferentes fases. La última fase que es la de experimentación en humanos la han alcanzado algunos laboratorios, esta rapidez de poner a disposición de la población una vacuna, que normalmente tarda entre 3 y 9 años, se debe a la gravedad de la pandemia y a la experiencia que se tiene con la elaboración de otras vacunas coronavirus similares.
Así desde que se conoce la
secuencia del genoma del coronavirus Covid-19 se ha abierto una carrera por
conseguir la más eficaz, segura, fácil de fabricar y de administrar.
Esperemos hablar en el próximo número de esta revista de una
vacuna eficaz, segura, fácil de administrar, aunque no sepamos cuánto tiempo va
a durar su protección.
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