Otros Sueños, por Andrés Pérez García
Siempre
he soñado, incluso ahora a mis ochenta y un años sigo soñando. Sueño cosas
“guapas”, como dicen los jóvenes de ahora, y si no son guapas, sueño con
hacerlas guapas.
Siempre
me he motivado con cosas o asuntos por hacer o situaciones y hechos consumados
felizmente.
También
he soñado que la gente es buena, que siempre las hay dispuestas a hacer cosas
ejemplares y en ayudar a los más necesitados; Igualmente siempre he soñado
personas con voluntad en pro de cosas o asuntos nobles y gratos.
He
soñado en gozar de cosas bellas y agradables y, sobre todo, contar en la
faltriquera de mi mente con un proyecto por muy nimio y pequeño que fuese,
siempre tener marcada una constante o una iniciativa en mi vida: ver una película,
oír música, asistir a una representación teatral, viajar y ver pueblos,
lugares, paisajes, conocer historias, etc. Disfrutar de un momento feliz y
relajante, que me lleve a elevar mi espíritu y que mi alma se deleite en una
felicidad suprema, Tantas cosas he llevado, sigo llevando a mi imaginación que
me siento muy feliz con ello. Disfruto, también, pensando en cómo hacer cosas
para una mayor prosperidad de los míos.
La
ilusión es parte esencial de la vida, sin ella es imposible caminar, es como si
una planta no contase con el riego adecuado, moriría sin remedio. Siempre
ilusionado por algo, siempre pensando que la ilusión por vivir es vital para
uno mismo y para su entorno.
También
propicio la amistad con la gente, hablar con las personas, reunirme con ellas y
comentar, discutir de las cosas, de los problemas, de la vida. Actualmente
pertenezco a un grupo de lectura donde leemos y comentamos lo leído; también
conversamos cuestiones actuales y antiguas, rozando a veces posiciones
distintas, pero que generan una gran riqueza de pensamientos. En verdad os digo
que hay ocasiones que mi ánimo sale de estas reuniones inmerso en un gozo
pleno. Disfruto de momentos felices y relajantes que llevan a elevar mi
espíritu, y mi alma se deleita en una felicidad suprema.
Sueño,
también, en que mi abulia no rompa mi voluntad. Esa voluntad constante que he
tenido desde mi juventud: vivir en una sociedad libre e igualitaria en pueblos
cada vez más prósperos y acogedores. En una sociedad justa y culta. Sueño,
igualmente, por ello, en encontrar a las personas idóneas que dirijan estos
esfuerzos y lo plasmen en realidades, es esencial. Tenemos que elegir, pues, a
los políticos perfectos y deseosos del bien común, que no se detengan en
distracciones que limen estas esperanzas, y diriman con su justo y buen saber
el buen desarrollo de los pueblos, conduciéndolos con rigor y dignidad.
No
vale etiquetar que todos los políticos son iguales; tenemos que pensar que son
esenciales, necesarios para la gestión y el buen gobierno de los asuntos
públicos. Al igual que separamos la harina del salvado con la ayuda de un
cedazo, nosotros, los ciudadanos, tenemos que ser una gran criba que filtre a
los corruptos, que impida que los desalmados campen inmunes con sus tropelías.
Dicen
que, ante tanta mediocridad, es necesario la educación, la cultura. Yo digo que
sí que cuanto más formado está una persona, más libre es para perseguir y no
consentir los desmanes de aprovechados.
La
mala deriva de los pueblos existe por la dejadez de la mayoría de las personas,
unos porque piensan que ellos también podrían favorecerse de esa mala praxis;
otros, porque, se ven impotentes ante su inferioridad para replicar, y los más
porque su ignorancia no les deja ser más libres en sus responsabilidades y en
sus conciencias.
Sueño,
sueño, que con voluntad todo lo dicho puede ser realidad.
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