Historias del Cantón Murciano: ANTONETE GÁLVEZ, por Paco Acosta
Antonio Gálvez Arce, conocido por “Antonete Gálvez”, es el más popular líder del Cantón Murciano. Aunque no fue el más activo e importante de sus dirigentes, es considerado uno de los principales personajes que urdieron, impulsaron y comandaron la revolución cantonal en nuestra región, junto con Manuel Cárceles, Juan Contreras y otros.
Nacido en 1819, de origen
humilde, en Torreagüera, un pequeño rincón de la huerta murciana, desde joven
se dedicó a la vida política. En 1873, cuando la revolución cantonal, era
diputado por Murcia. Desde su posición de diputado impulsó fuertemente el republicanismo
federalista, que activamente concretó en la declaración del Cantón Murciano (también
denominado, impropiamente, Cantón de Cartagena), llegando a ser considerado el
alma de este proceso revolucionario.
Ya antes de la proclamación del
Cantón, Antonete Gálvez había sido protagonista de varios levantamientos
revolucionarios que le concedieron gran popularidad.
En 1854, como parte de las
conspiraciones del Partido Progresista, Antonete con un grupo de hombres de la
huerta se dirigió a Murcia para tomar la ciudad. La revolución triunfó sin
disparar un solo tiro, pues los soldados de la guarnición recibieron a los
insurgentes y se unieron a ellos.
A los 49 años, tras asaltar un
tren cargado de municiones y apoderarse de un centenar de fusiles, protagonizó
el levantamiento republicano en la Sierra de Miravete, que pronto fue sofocado.
Gálvez fue hecho prisionero. Logró escapar y marchó a Orán (Argelia). Allí se
enteró que había sido condenado a muerte, en rebeldía, por un tribunal militar.
En 1870 se decretó una amnistía que permitía el regreso a España de los
implicados en el pronunciamiento republicano federal. Antonete Gálvez pudo
regresar a Torreagüera.
Y en 1872, con Antonete al mando
otra partida de hombres vestidos con el traje huertano (es decir con
zaragüelles) atacó el Ayuntamiento de Murcia. El asedio terminó cuando los
revolucionarios se quedaron sin munición. Este episodio se reflejó en la prensa
de la época, ridiculizándolo al indicar que el Ayuntamiento había sido atacado
por “hombres en calzoncillos”. Ante el fracaso de esta acción Gálvez se
refugió nuevamente en Orán.
A primeros de 1873, tras la renuncia al trono de Amadeo I, las milicias guerrilleras fieles a Antonete se dirigieron a Murcia. En las elecciones a Cortes, que siguieron, Gálvez fue elegido diputado por el Partido Republicano Democrático Federal. A raíz de esto se producen multitudinarios recibimientos al diputado Gálvez en las ciudades de Cartagena y Murcia, donde fue sujeto de manifestaciones populares en su honor, vitoreado y paseado a hombros por las calles.
Tras la proclamación del Cantón
Murciano, Antonete Gálvez fue nombrado en sus inicios Comandante general de las
fuerzas del ejército, milicia y armada cantonal (cargo que fue asumido poco
después por el general Juan Conteras). No obstante, gracias a su elocuencia y
capacidad negociadora, y apoyándose en su condición de Diputado, intervino en gran
parte de las incursiones militares y navales que se produjeron en los primeros
momentos de la revolución, para “convencer” a las poblaciones que los
dirigentes cantonales consideraban usurpadas al “histórico reino de Murcia”, para
que se unieran al proceso cantonal y aportasen fondos para su subsistencia.
Ya próximo a finalizar el Cantón Murciano, Gálvez participó muy activa y valerosamente en los enfrentamientos que se produjeron con las fuerzas centralistas que rodeaban Cartagena, y muy especialmente durante los bombardeos que la asolaron.
Disconformes con las condiciones de rendición de Cartagena, Gálvez y otras muchas personas relevantes de la revolución cantonal, más de un millar, consiguieron llegar a Argelia el 13 de enero de 1874, a bordo de la fragata Numancia, tras cruzar el cerco que sometía a la ciudad la escuadra centralista. En Orán fueron desarmados, obligados a desembarcar y detenidos por las autoridades francesas. Antonete Gálvez, junto con otros, fue encerrado en el Castillo de San Gregorio, donde los tuvieron 48 horas sin comer, y sin permitirles desembarcar sus pertenencias y equipajes.
A Antonete Gálvez se le condenó nuevamente a muerte lo que le obligó a permanecer exiliado. No obstante, un año después, la Restauración borbónica le permitió, mediante amnistía regresar a Murcia. En esta época entabló una extraña y entrañable amistad con Antonio Cánovas del Castillo, máximo responsable de la Restauración, quien consideraba a Gálvez un hombre sincero, honrado y valiente, aunque de ideas políticas exageradas.
Antonio Gálvez falleció en 1898. Su
entierro se convirtió en una tumultuosa demostración de cariño popular. En el
primer centenario de su muerte el Ayuntamiento de Murcia lo declaró hijo
predilecto de Murcia. En su Torreagüera natal tiene erigido un monumento con su
busto.
Firma de Antonete Gálvez |
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