NUESTRAS LECTURAS: "MIRA SI YO TE QUERRÉ", por A.F.García
Este autor, Luis Leante (1969), de
Caravaca de la Cruz, ha llegado a ser conocido entre el público como gran
escritor. Su novela “Mira si yo te querré”, obtuvo el Premio Alfaguara en 2007. Licenciado en Filología clásica, ejerció de
profesor de latín en la Provincia de Alicante hasta 2009. Aparte de la presente
novela, leída en más de cuarenta países, tiene no menos de cuarenta publicaciones
y más de veinte galardones literarios.
He tenido ocasión de saludar personalmente y
tomar alguna foto a este autor del que sólo sabía el nombre en el segundo
encuentro de Clubes de lectura, que se celebró en Mazarrón, en el que nos
deleitó en la conferencia inaugural. Fue, desde luego, la atracción del II
Encuentro, que considero el más concurrido y al que asistieron, además, los
máximos responsables de la Biblioteca Regional. Si a todos agradó Luis Leante,
a mí me impresionó de manera especial.
No se me olvida su cercanía y llana
espontaneidad al exponernos con esa natural sinceridad la manera circunstancial
en que se aficionó a la lectura y empezó a escribir siendo aún adolescente.
Parecía restar mérito a ser un escritor y un gran escritor. En su prosa se nota
que ha leído mucho, pero también que ha observado mucho. La vida que describe
en algunas ciudades, la manera de ocultarse y sobrevivir de Aza en el Sahara
parecen haberlo vivido o conocido muy a fondo y de cerca.
Esta bella novela gira en torno a dos
personajes: Santiago San Román y Montserrat Cambra. En torno a ellos y su amor
imperecedero gira toda la novela con su parcela no pequeña de novela histórica:
la cesión y abandono del Sahara, que me atrevo a calificar de vergonzosa.
Santiago, hijo de emigrante, como muchos
en su época, es un humilde mecánico, empleado de un modesto taller mecánico de
la ciudad condal. En un lujoso deportivo, en reparación, se atreven a dar una
vuelta él y su compañero de trabajo. Topan, en plena calle con dos jóvenes
estudiantes, que habían salido a dar una vuelta. Los encuentros se repetirán,
solos Santiago y Montse, descolgándose sus acompañantes.
Esos idílicos momentos tuvieron un
límite en el tiempo y en la forma: a Santiago lo despiden del taller; supone
que por delación de su compañero. La familia de Montserrat se entera de esta
relación y la atan muy corto. Él, tras ver cortada esa relación, sin saber bien
la causa, se alista en la Legión con su futuro y fiel amigo Guillermo. Ella
pierde la pista, porque las frecuentes cartas que él le envía, redactadas por
Guillermo, antes de marcharse de Barcelona y durante toda su estancia en el
Sahara no le llegan a ella.
Su hermana menor asume la misión de
guardarlas y librarlos del fuego.
Santiago resulta ser un legionario
eficiente como persona y mecánico. Le ascienden pronto. Su trabajo en esta
especialidad le permite cierta libertad de movimientos y mantener buena
relación con algunos saharauis, porque, en parte, no entendía el juego sucio de
que, mientras se tenían por enemigos y se hacían atentados, se les vendiera
armas. Se le tendió una trampa para utilizarlo como cabeza de turco de aquel
juego sucio.
Montserrat termina su carrera,
ejerciendo ya de médico se casa con un colega cirujano, tienen una hija, que
murió muy joven, le es infiel, se separan y le viene un periodo difícil.
Su hermana, una vez fallecidos los
padres de ambas, le entrega las cartas de Santiago, que ha ido guardando y
suponen revivir unos sentimientos.
Lazaar, joven policía militar saharaui,
está muy agradecido a Santiago, que ha reparado su vehículo de uso y le invita
a su casa. Su hermana menor, adolescente, casi niña, clava sus ojos en el
legionario español y se adelanta a obsequiarle amorosamente. El amor profundo y
entregado de esta joven termina siendo correspondido por Santiago, frustrado de
sus frecuentes cartas a Montse sin saber de ella desde su salida de Barcelona.
La noticia de la muerte de Franco
acelera la retirada de los españoles de la zona y una liberación de Santiago
sobre quien pesaba una pena de muerte.
Por otra parte, la noticia de que las
tropas marroquíes se acercan obliga a los saharauis a huir hacia el desierto.
Santiago, casado ya con Andía, usando un todoterreno de los que allí manejaba,
se une a su nueva familia para la que supone un valioso refuerzo.
Montse, atendiendo en un hospital de
Barcelona a una paciente saharaui, halla entre su documentación personal una
foto en la que aparece Santiago entre unos saharauis. Un hijo de la anciana le
explica la estrecha relación con su familia.
A sus 44 años la vemos en el desierto
encerrada por un secuestrador de mujeres. Coincide allí con Aza, una enfermera
saharaui, que le presta una especial atención, porque le ha picado una
serpiente y se está agravando. Unos militares marroquíes la llevan inconsciente
a un hospital en el Sahara, antes español. Layla, enfermera marroquí, la
atiende con mucho empeño, hasta conseguir que recobre el conocimiento.
Una vez recuperada, las autoridades
marroquíes de la zona sugieren que debe acercarse al Consulado español y
regresar a España.
Santiago sigue una larga y penosa marcha
por el desierto hasta que el todo terreno, a pesar de sus muchas habilidades
para alargar el agua y el combustible, se queda sin ambas cosas y lo abandona.
Montse, camino del Consulado, se adentra en el desierto, halla de nuevo a Aza y
trata de hallar la pista de Santiago. Las pocas referencias que oye de él es
que murió en un bombardeo. La novela deja a nuestra protagonista embelesada
contemplando el desierto una bella tarde.
A Santiago nos lo despide envuelto en
las llamas de una bomba de napalm de un avión marroquí y Andía tratando
salvarle.
Según la crítica, ésta es su mejor
novela, la que le situó entre los grandes y consagrados, que le permitió
acogerse a una excedencia de su cátedra de latín. No lo creía así cuando la
seleccionamos; el título me sabía a poco.
Es, además, una novela romántica de amor
fiel y de aventura y riesgo, donde el amor permanece. Esta lealtad se mantiene
también en la amistad de algunos personajes secundarios. El amor fiel y
entregado de Andía, la fidelidad de Guillermo a Santiago. La fidelidad de la
enfermera Layla y la fidelidad de Ayach-Bachir a Montse y sobre todo la de Aza, la
saharaui leal que le ayudó a huir del secuestrador Monsieur.
Aunque el abandono del Sahara había sido
muchos años antes lo describe con gran viveza. Muestra una gran sensibilidad
hacia los saharauis hasta el punto de perder la vida en su causa.