¿Qué puedo hacer por tí? ¿Qué puedo hacer por los demás?, por A.F.García
Una pregunta se complementa con la otra. Ése no hace daño
a nadie; yo no hago mal a nadie. Tampoco una piedra hace daño a nadie, salvo que
te golpees con ella. “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a
ti”. Es una de las normas de comportamiento de la humanidad y se atribuye a
Hammurabi. Cristo va más allá: “…todo cuanto queráis que os hagan los hombres,
hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas” (Mt. 7, 12).
No es raro que muchos de nosotros podamos decir que no
hacemos mal a nadie; pero, ¿les hacemos todo el bien que podemos? Yo soy uno de
los que puedo decir que pocas veces he hecho daño a otro, al menos conscientemente.
Sin embargo, no pocas veces me viene a la memoria con pesar algo que pudiera haber
hecho a alguno de mis seres queridos, incluso de mi entorno, y no lo he llegado
a hacer.
No son pocas las personas, creyentes o no, que día a día
están ayudando a las demás personas a través de ONG o personalmente. En nuestra
catastrófica pandemia estoy convencido de que la mayoría de las personas han reaccionado
de manera solidaria, incluso con temor a contagio; por supuesto, los que desempeñan
servicios públicos con el personal sanitario a la cabeza.
Con la tercera ola que tenemos encima y no dan abasto los
mencionados es necesario que colaboremos todos en la manera que podamos. Por favor,
no hagamos el común ofrecimiento y luego la no menos común excusa de no haberse
enterado.
Yo haría una llamada a los denominados “irresponsables”
a que reaccionen con generosa responsabilidad, convocando a sus compañeros del botellón
o la fiesta ilegal a acciones de resarcimiento a favor de personas
que están o pueden estar en peligro de contagio.
A la espera de que suene la flauta en lo que acabo de decir
vamos a fijar nuestra atención en lo que tenemos delante o al lado. En esto estoy
convencido que me superáis quienes os tomáis la molestia de leer mis renglones como
estoy apreciando en lo que a mí respecta. Mis vecinas más cercanas me superan: se
adelantan a lo que necesito y no me atrevo a pedir o prefiero no hacerlo por no
molestar. Esa anticipación me impresiona y quisiera que se extendiera entre las
personas.
El único y real contagio es desconocer la verdad de lo que ocurre cerrar los ojos y esconder la cabeza como un avestruz.
ResponderEliminarSe ruega a los comentaristas que NO comenten bajo ANONIMO. Gracias
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