Crónicas del Coronavirus: Vacunas y Ministro de ida y vuelta, por José Luis Mozo
Llegaba
la vacuna y se nos iba el ministro Illa, quien, desde el principio de su
nombramiento, se dedicó a los comicios catalanes. A ratos, echaba una ojeada a
la cuestión sanitaria. Esto auguraba un recibimiento con aplausos a la señora
ministra Carolina, por la esperanza de que, ella sí, se dedicase por entero a
la lucha contra la pandemia. Peor era imposible hacerlo.
Finalmente,
los tribunales han impedido el atraso electoral de Cataluña. Olas anteriores
(desde diciembre del 19) no suspendieron “convenientes” eventos, ni el 8 de
marzo ni el 31 de diciembre ni intermedios. ¿Y a éste lo querían suspender por
unas aglomeraciones de votantes que poco matarán, contentándose seguramente con
los integrantes de las mesas? No se entiende bien. El señor Illa tenía que
continuar saliendo en televisión y en tema y canales de alta audiencia, porque
ello le es indispensable a cualquier candidato que se precie para recabar la
atención del electorado. Olvídense de pedir la despolitización de la gestión
sanitaria para pasarla a expertos. Está donde debe estar. Eso sí se entiende
bien. Con su catorce de febrero, su ocho de marzo, su primero de mayo y lo que
sea menester. Tranquilos, que no habrá fallas, ni sanfermines ni entierro de la
sardina.
Acabamos
2020 desolados, aceptando como única esperanza el milagro, un milagro llamado
vacuna. ¡Y la vacuna ha llegado! Aunque Pfizer ha reducido a la mitad
las dosis que se decía iba a mandarnos, la mayoría de la ciudadanía prefería no
ser pioneros en la vacunación. Pero ¡ah! ante la alarma de escasez, surge la
inquietud de los ansiosos y, con ella, la carpetovetónica picaresca. Ya hay
quien se está colando en la fila... dicen. Cantidad de jefes de estado y gobierno
se han situado los primeros precisamente para vencer las reticencias de un buen
porcentaje de ciudadanos, a los que no acaba de convencer la urgencia de la
vacuna (en España, un 20%). Desde el gran Biden a la modesta Eslovaquia,
pasando por el mejor, Israel. Otros, como Italia, han preferido a personal
sanitario. “Primeros los de riesgo” es más bien una canción romántica
entonada por los que han ido a peor, como la super Alemania de los iniciales
tiempos.
Entre
ellos, el gobierno que recibió varapalos generalizados de una crítica
internacional unánime, por su desastrosa gestión y sus mayores tasas de
mortandad en pacientes y sanitarios, y que hoy navega con mortandades más
moderadas, ayudado por la menor letalidad que está presentando el bicho. Las
regiones que destacaron por su mayor eficacia en el control de la enfermedad
durante la primera oleada (Galicia, Andalucía y, por encima de todas, Murcia)
se encuentran hoy ante indicadores de contagio que asustan. ¿Plan B de la
naturaleza, la inmunidad del rebaño por contagio masivo?
Es
lógico pensar que, si los mismos que dirigieron la nave en la primera
singladura continúan al mando, se repetirá la misma trayectoria. Ya circula por
los mentideros la conveniencia de volver a la prisión domiciliaria para
restringir al virus, lo que es una falsedad. Puede restringirse el contagio, pero
el patógeno nos estará esperando a la salida. Y se repite la falaz pregunta que
anteriormente se hizo, “¿queréis economía o salud?”. Los
desarrollos sanitarios siempre se han hecho en sociedades prósperas, no en
empobrecidas o decadentes. Alguien debería responderles, en su propio idioma,
que la letalidad de la nueva ola es bastante baja. En cambio, la del hambre
siempre ha sido y seguirá siendo altísima.
Esperemos
que esta vez, al menos, los sanitarios no tengan que fabricarse sus propios
equipos de protección con bolsas de basura, y que la saturación e insuficiencia
de medios no dejen pacientes de edad avanzada sentados en una silla de pasillo,
lo que sucedió en algunos hospitales mientras en otras comunidades (como si
fueran lejanos reinos) y en hospitales subutilizados, permanecían habitaciones
y quirófanos vacantes. Murcia sabe bien de eso. Y Europa lo empieza a saber
cuando algunos, antes triunfadores como Portugal, comienzan a pedir asilo sanitario
en otros miembros de la Unión.
¿Se
esconde, bajo este lodo, la intención de llevar al infinito las prórrogas de la
dictadura legal, objetivo final de la utilización de la tragedia? Así han
conseguido el aumento de tributos, la exclusión de la sanidad privada, una mala
ley de educación, machacar a autónomos y pymes, y culpabilizar a los propios
ciudadanos y hasta a los sanitarios a través del miedo y la complicidad de
algunos medios, de modo que, tras haber perdido su libertad, sus recursos de
subsistencia y algunos seres queridos, se sientan culpables de una imprudencia
falaz acusados por la propaganda. Y todo ello desde una atalaya de soberbia, donde
no importa andar por caminos que Europa ha rechazado, como si los europeos
fueran idiotas.
Un
cambio de rumbo sólo parece posible si hay cambio de personas. A quien venga le
están esperando largas listas de consultas y cirugías en patologías abandonadas,
oncológicos, cardiacos, traumatológicos. Los no-covid. Y aunque decidiera
delegar en expertos, no se sacaría con eso la responsabilidad de encima. Los
expertos diseñan procedimientos, pero el objetivo hay que imponérselo y no
puede ser otro que el de erradicar la enfermedad. Si no, seguiremos sometidos
al ventilador del estiércol, que ciega los ojos y abona la inapreciable (para
los tiranos) cosecha del miedo.