Política, Ética y Religión, por A.F.García
Quisiera hacer, en estos modestos renglones, un modesto examen de hasta qué punto deben tener mutua implicación o ir por separado. Vaya por delante que política y religión no deben caminar al margen de la ética y los derechos humanos. En cambio, la sendas política y religiosa no deben condicionarse mutuamente, como tristemente ha ocurrido para mal del género humano.
Al hilo de esto me pregunto si es ético
difundir sobre el adversario político acciones o planteamientos que son falsos,
no fundados y se es consciente de ello.
Solamente el creador de la vida tiene derecho
sobre la vida de otro. Otra cosa es que a quien no respeta los derechos de los
demás se le prive de la libertad para evitar que siga haciendo daño a otros.
Debe haber libertad para que cada persona
viva según su creencia, que, en ningún caso, debe incluir no respetar los
derechos de los demás. Por ello, una religión debe ser tolerada, nunca
impuesta, nunca oficial. Cuando las religiones que conocemos como mayoritarias
se han hecho oficiales se han convertido en perseguidoras de los ciudadanos que
no las siguen.
Yo, creyente cristiano y practicante en la
medida de mis fuerzas, a la luz del mensaje evangélico, que procuro conocer
bien, no puedo concebir lo que se ha llamado Cruzada ni Santa Inquisición
dentro del mismo.
Quien tiene fe y desea vivir según ella no
necesita, en absoluto, protección del Estado; solo necesita libertad y
tolerancia para hacerlo. Tampoco por su conocimiento necesita una calificación
académica u otro premio humano, sino la satisfacción en su conciencia de hacer
lo que debe. Eso nada tiene que ver con la justa y necesaria remuneración de un
trabajo.
El hacer donaciones a la Iglesia no garantiza
la salvación eterna, aunque, en todas las épocas, no pocos clérigos lo hayan
proclamado y muchísimos fieles lo hayan creído. Digo que no basta, no digo que
la religión no deba mantenerse con la colaboración de sus fieles.
Nuestra Constitución es excelente; pero no se
ciñe a la cacareada unidad de la patria, porque, precisamente, la ha definido
como una y diversa. Algunos de nuestros monarcas más poderosos se titulaban a
sí mismos como “Rey de las Españas”.
Nuestro bello idioma, el castellano, el
español a nivel internacional, es uno de los más hablados en el mundo y sigue
en expansión. Nada le resta o perjudica, a sí mismo o a España, que comparta
suelo patrio con otros idiomas, que en origen son anteriores.
Nuestra Constitución es excelente y abundante
en derechos de las personas. Conozcámosla y apliquémosla; no la hagamos pequeña
y estrecha de miras o intolerante.
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