Oda a la Tierra, por Fini Casado
La tierra nos está gritando: “parad ya de hacerme daño”
¡No ensuciéis los
océanos!, ¡No contaminéis el aire, que ya me estoy asfixiando!
¡No queméis hermosos
bosques, que han tardado tanto en hacerse altos y fuertes y los estáis
exterminando!
Y a los pobres
animales, por favor, no les hagáis daño.
Pasan y pasan los
años, la gente sigue corriendo, nadie se para a escuchar mis lamentos y mis llantos.
Un día la madre
naturaleza, por fin, dio un grito tremendo: “¡basta ya de tanto agravio, no soporto más ni un solo momento”!
Y en su condición de
madre quiso protegerlo todo. Se limpiaron los océanos, ya no morían los peces.
La atmósfera era tan
pura que era un placer respirar. Los árboles en los bosques crecían cada vez más.
Los animales, confiados, ya no se escondían
por temor a que les hiciesen daño.
Las flores en los
valles con sus colores brillantes se miraban en los ríos de aguas exuberantes.
Los pájaros
extrañados ante tanta belleza, en un jolgorio de trinos, preguntaron a la madre
naturaleza, y ella respondió con humildad: “ha sido todo muy fácil, solo he
parado a la humanidad”.
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