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sábado, 5 de julio de 2025

ECO.85 ¿PANACEA EN EL SIGLO XXI? (I)

¿Panacea en el siglo XXI? (I), por  Juan Miguel Ortiz, Doctor en Medicina


Algunos autores de mitología griega refieren que Apolo, hijo de Zeus y Leto, tuvo como amante a Coronis, a la que asesinó (por infiel) estando embarazada de un hijo de Apolo, Asclepio. Apolo salvó al niño (¿por cesárea?) y con el tiempo Asclepio (Esculapio en Roma) tuvo con Epione varios hijos.

Entre ellos resultan interesantes Higía o Higiea (diosa de la salud y limpieza: de ahí Higiene), Yaso (diosa de la curación), y Panacea (la que todo lo cura).

En el conocido Juramento Hipocrático se citan en el primer párrafo estos personajes: “Juro por Apolo, médico, por Asclepio y por Higía y Panacea, ….”

La que nos interesa es Panacea, en griego antiguo Panákeia, que procede de panakos (de pan: todo y akos: remedio) de ahí el apelativo para Panacea: la que todo lo cura.

En medicina, la Panacea sería el medicamento capaz de curar todas las enfermedades. Por supuesto se ha buscado de forma obsesiva a lo largo de la Historia, como se buscó su equivalente, el elixir de la vida, la piedra filosofal que trasmutaría metales en oro, El Dorado en el virreinato de Nueva Granada o la Atlántida, por ejemplo, o más recientemente, los alienígenas.

Durante mucho tiempo, prácticamente hasta el siglo XIX destacó como una casi panacea, la sangría, fundamentada en la teoría de los humores de Galeno y que naturalmente produjo más daño que beneficio. Acabó siendo objeto, ya en el siglo XVII, de burla en obras como El enfermo imaginario, de Moliere, cuando en el examen, a las preguntas del tribunal al doctorando, sobre cual ha de ser el tratamiento a prescribir, el licenciado para cualquier enfermedad siempre responde:

Clysterium donare,

Postea seignare,

Ensuitta purgare.

 

Para terminar con el coro cantando en latín franco-macarrónico

Viva, vivat, vivat, vivat, cent fois vivat

Novus Doctor, qui tam bene parlat,

Mille, mille annis, et manget et bibat,

Et seignet et tuat.(1)

 

Por supuesto que ya en el siglo XIX y sobre todo, en el XX, con el desarrollo de la Medicina basada en la evidencia, se abandonó la idea de que un solo fármaco pudiera curarlo todo, admitiendo que las distintas enfermedades tienen distintos mecanismos y por lo tanto requieren tratamientos diferentes.

Y estamos superando ya el primer cuarto del siglo XXI y ¿aparece una Panacea?

Bueno con algo de humor eso es lo que parecen ser «los agonistas de los receptores del péptido intestinal similar al glucagón».

 

¿Qué es este trabalenguas?

Para entenderlo hay que recordar algunas claves de la clases de Biología.

Todos recordamos que en el cuerpo hay un órgano, el páncreas, que produce una hormona llamada insulina que, simplificando mucho, disminuye la concentración de glucosa en la sangre (glucemia) ya que favorece el paso de glucosa desde la sangre al interior de las células. ¿Quién no tiene un conocido diabético que necesita ponerse insulina para controlar su glucemia?

El mismo páncreas produce otra hormona el glucagón que, simplificando muchísimo otra vez, aumenta la glucemia haciendo que se conviertan en glucosa otras sustancias del cuerpo.

Parecen como dos enemigos, pero, pensándolo mejor, son dos efectos que se complementan, proporcionando glucosa a las células cuando la necesitan (sacan glucosa del almacén y meten glucosa en las células).

Decía que simplificando mucho porque lo de la glucosa es complicadillo.

Resulta que en el intestino se produce una sustancia que se denomina péptido similar al glucagón (no lo busque en la red como PSG, saldrá el fútbol, ponga GLP-1) que, fundamentalmente, se sabe que hace: 

·         estimular la liberación de insulina

·         disminuir la liberación de glucagón

·         lentificar el vaciamiento del estómago

·         aumentar la sensación de estómago lleno.

Cuatro cosas que vienen de perlas para que se atenúe el aumento de la glucosa que sigue a una comida.

 

Los investigadores de los laboratorios farmacológicos han conseguido fabricar unas sustancias, que se unen a los receptores de las células, a los que se une el GLP-1 y que, lógicamente, hacen que se produzcan en éstas, los mismos efectos que provoca el propio GLP-1. Se llaman, por eso, agonistas de los receptores del péptido similar al glucagón: GLP-1RAs.

Hasta aquí todo normal, ni que decir tiene, que los GLP-1RAs están indicados en algunos enfermos de diabetes ya que con ellos se consigue disminuir el azúcar en sangre, que es de lo que se trata.

Estando así las cosas, en la prensa norteamericana empiezan a aparecer noticias según las cuales, los diabéticos que pretenden conseguir estos medicamentos se encuentran con que, en las farmacias, les dicen que están agotados. Al parecer las personas que quieren bajar peso, que son muchas, los utilizan para eso, porque se ha comprobado que logran lo que ni la dieta, ni los cambios de conducta consiguen por sí solos.

Se descubre así otra función para los GLP-1RAs contribuir a una bajada de peso, del orden del 15% o más, asociados a la dieta y el ejercicio.

Tan grave llegó a ser la situación que la FDA de USA permitió que la farmacias produjeran y vendieran copias de estos medicamentos, a pesar de la oposición de las grandes compañías, defensoras de sus derechos de patente. La situación parece que se ha estabilizado y las compañías comienzan a perseguir a quienes siguen copiando sus patentados, una vez atenuada la escasez.

Así es que disminuyen la glucemia y hacen bajar de peso. Hasta aquí tiene lógica ya que producir saciedad y lentificar el vaciamiento del estómago puede explicar la bajada de peso (también parece que modifican la sensación de gusto y de la satisfacción por alimentarse).

 

(continuará) 

 

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 (1) En francés sangrar es saigner y matar tuer. La “receta” del doctorando es pues: lavativa, sangría y purga.

 



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