De Nepotismo y otras maldades, por Sienso
No son las nepóticas prácticas
que se practiquen en la actualidad, que se hayan convertido en moda. Creo que
se han llevado a cabo desde tiempos remotos pero que quedaban ocultas, entre
otras cosas porque los medios de comunicación eran muy escasos y sus formas de
difusión eran mínimas, solo existía la impresión en papel, a la que tenían
acceso muy pocos; y en la radio cuya primera emisora se difundió por las ondas
a finales de 1924 en Barcelona.
O sea que numerosísimas prácticas
no salían a la luz y quedaron durante mucho tiempo en el ostracismo. Solían ser
las clases dominantes quienes las llevaban a la práctica normalmente para
beneficiar a sus afines y amistades o a personas que les estarían agradecidos a
lo largo del tiempo y les "pagarían" con creces, posiblemente durante
toda su vida.
Yo nunca he visto mal ayudar a
los desfavorecidos cuando verdaderamente les era necesario. Solía ser la falta
de información o la incomunicación, que viene a ser lo mismo la que les impedía
acceder al mundo del trabajo, por ejemplo, y les podía venir bien una ayuda.
Pero, no. A mí tampoco me gustan
esas prácticas ni muchas otras que, ahora sí, especialmente en el ámbito
político se puede decir que son bastante habituales y que los medios y otros
órganos del estado rápidamente sacan a la luz pública y son denunciadas. Ocurre
con frecuencia, y posiblemente no hecho a adrede, que se pone a lobos
disfrazados de corderos a guardar a las gallinas.
Sin duda también tendrá que ver en esto que España es uno de
los pocos países europeos que no tiene un plan estratégico contra la
corrupción.
Durante buena parte de la
democracia han surgido prácticas corruptas en el ámbito político relacionada
con los dos partidos que han gobernado durante los últimos 40 años, aunque
hasta ahora había afectado más al partido conservador que al socialdemócrata.
Pero son los partidos que
gobiernan los que se pueden corromper y durante el último año y medio han sido
dos pesos pesados y un asesor, de momento, del actual gobierno del PSOE quienes
han metido la mano donde no debían.
Ha sido la U.C.O. (la Unidad Central
Operativa de la guardia civil) quién ha sacado a la luz importantes corruptelas
y mordidas en diferentes contratas, básicamente en empresas de construcción.
Pero hay otras muchas cosas que
no me gustan. No me gusta por ejemplo que miembros de un partido, en este caso
el Partido Popular destruya a martillazos los discos duros de los ordenadores
para destruir pruebas de sus malas prácticas, valga la redundancia.
Tampoco me gusta que algunos
gobiernos autonómicos como el de Madrid, cada vez invierta menos en las
universidades públicas a favor de las privadas y así impedir que accedan a la
enseñanza universitaria los menos favorecidos.
Lo mismo ocurre en la misma
autonomía con la sanidad, cada vez concierta más con la privada y la publica lo
pasa peor para atender a los menos favorecidos económicamente.
Pero el colmo, lo más increíble y
cruel, fue que cuando la pandemia del COVID atacaba duramente, técnicos de
la Consejería de sanidad de la misma
comunidad, sí la de Madrid, con el visto bueno de su presidenta, firmaran un
protocolo para que los mayores ingresados en residencias públicas que
estuvieran muy afectados y que no tuvieran seguro privado, o sea los menos
pudientes de nuevo, no pudieran ser asistidos médicamente ni en sus residencias
ni en otros hospitales públicos donde supuestamente habían camas. El resultado
fue que fallecieron más de 7.000 ancianos de manera indigna, cuando muchos de
ellos podrían haber sobrevivido.
No. No me gusta eso ni muchas cosas más.
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