La explicación prometida, tras el 28 de abril, por José Luis Mozo
El
impacto (aquí siempre transitorio) que produjo en la opinión pública el apagón
del 28 de abril causó una avidez de información que se tradujo en precipitaciones
en las publicaciones del momento, lo esperado ya que los buscadores de la
verdad siempre somos más lentos que los explotadores de la mentira. De ahí mi
promesa de explicaciones en el siguiente número del ECO, que ahora sale. Previo:
retrotraigámonos a la situación anterior a la guerra “oficial” de Ucrania,
cuando en la Unión Europea se seguía bailando el alegre vals de la eliminación
de combustibles fósiles, el planeta, el clima y toda la fiesta del momento y
proponía como solución al conflicto “negociaciones”. Vamos, que no tenía la
menor idea de cuáles eran la dimensión y naturaleza del mismo, y peor aún, no
quería tenerla. Ni siquiera de su edad porque ya llevaba largos años larvado y
más que larvado, desde que Rusia se abalanzó sobre Crimea. Pero, claro, en
pleno siglo XXI, cien años después del inicio de la Gran Guerra ¿una nueva
guerra europea? ¡Imposible! Y nosotros a lo nuestro: fuentes de energía 45% en
petróleo y 25% en gas. O sea, dependencia a tope de los señores del petróleo.
Importante destacar que con el reconocido valor estratégico del suministro
eléctrico parecen olvidarse los transportes, que también entran de lleno en
este saco. Y como en la guerra siempre hay negocio, aunque muchos se lamentaran
algunos se relamían. Quedaba bajo control de las manos negras la energía e iba
a entrar la desbocada vivienda, dos de los tres soportes de nuestro modo de
vida. El tercero, alimentación, anduvo algo más accesible, pero precisamente la
guerra brindaba a los malvados la posibilidad de meterlo en la misma hucha. Ése
es el horizonte que el idílico 2030 nos está presentando.
Y
la Unión Europea, también a lo suyo: arrimar cada cual el ascua a su sardina
sin más interés inmediato que su personal saldo electoral. La patata más
caliente de Europa, un plan energético común, simplemente no existe. Pero se
empezó a tratar de reducir el consumo de gas ruso, del que Europa depende como
los polluelos de su clueca. En nuestro caso, aumentaron las instalaciones
eólicas (lo que huele a negocio) y se exigió el máximo (y finalmente más que el
máximo) a los huertos fotovoltaicos. Como ya dije, productores de energía
“guarra” (evité “sucia” porque parece un término patentado para las emisiones).
Es energía asíncrona, que no puede volcarse en la red sino poco a poco y con la
debida prudencia técnica. En participación
(hablando exclusivamente de electricidad y no de transportes) es posible que ese periodo
la haya multiplicado por 4 ó 5, y que hoy supere de largo el 20%. 22% para las
nucleares y 19% para el gas, que siguen siendo base fundamental del sistema,
con un posible 14% para las eólicas, cuando la potencia nominal de las
renovables estará con seguridad por encima del 50%, pero no se produce cuando
se quiere sino cuando el viento, el sol y el agua lo permiten. Ahí entraríamos
en un debate sobre rendimientos económicos bastante estéril porque, como hasta
la desinformada ciudadanía sabe, el precio de los productos energéticos está
abusivamente gravado por enormes impuestos, lo que los hace enormemente
apetecibles para la inversión siempre que se tenga algún ascendiente sobre
quien dirija los impuestos.
Ahora
veamos qué sucedió el 28 de abril. Aquella tontería de “Spain is different” se
ha convertido con el tiempo en realidad. Cuando todos se esfuerzan en buscar
soluciones consensuadas, que nunca han llegado, España prepara su golpe de
chistera: mantener en perfecto funcionamiento su red eléctrica sólo con los
huertos solares. ¡Qué lección le íbamos a dar al mundo! Claro que habría que
hacer fuertes inversiones productivas y construir grandes instalaciones de
almacenamiento en las que guardar energía diurna para la noche. ¿Nuevos
negocios a la vista para quién…? Da igual, ya los justifican tomar la solución
del cielo y, de paso, aliviar de sus toxinas a la tierra. ¡Oh, el sol de
España! Resplandecía en todo lo alto cuando nos quedamos a oscuras. Algunos,
incluso, se pusieron muy pálidos. Urgente encontrar una explicación
inexplicable y orientada, de forma que las culpas tuvieran desde el principio
señales de tráfico para dirigir a la opinión. Balones, lejos del campo propio.
Alguien, en copiosa rotura de aguas, parió lo del ciberataque. El terrorismo
internacional, siempre entregado a montajes brutales y sangrientos, había
dedicado talentos y recursos para ¿dejar unas horas ciegos a España y Portugal?
La memez es de un calibre tal que ofendía a la inteligencia más primaria. En
seguida hubo que cambiar de objetivo: ingenieros y entidades privadas, objetivos
bobos pero suculentos.
En
la explicación prometida, incluyó un servidor dar alguna información
complementaria sobre lo sucedido en Chernóbyl y Fukushima. ¿Fueron accidentes
semejantes? Nada hay en fachada que lo haga temer, ni en apariencia ni desde
luego en la gravedad. Pero bajando hasta los cimientos, tal vez un denominador
común aparezca. En el área de influencia de Chernóbyl, varias centrales se
hallaban paradas por ¿mantenimiento? en un sistema que sólo entendía de
producción. Se aproximaba el 1 de mayo, la fiesta estrella de un régimen
agonizante, y su gobierno no estaba dispuesto a dejar ni un solo farolillo sin
encender. Exigieron forzar más aún la producción. Como los ingenieros se
negaran, les concedieron el día libre y dejaron al frente a los becarios, con
órdenes tajantes de atizarle caña al reactor. Clara intromisión de la política
en una decisión técnica. El sobrecalentamiento aumentó el vapor y la vasija
reventó, no teniendo siquiera envoltura exterior de protección que impidiera el
escape de la nube contaminada. El 28 de abril no ocurrió nada semejante pero es
cierto que había reactores nucleares parados por revisión programada, cuyo
concurso se pide con urgencia y para ello se procede a arrancarlos, que no es
precisamente lo mismo que arrancar un robot de cocina. 7-9 horas tardará la
maniobra. Es impensable que, de haber estado los ingenieros informados del
audaz truco de chistera, hubieran decidido la parada de reactores al tiempo.
Esa hipótesis es tan mema como la del ciberataque. La injerencia política es el
denominador común.
En
Fukushima la intervención política fue incluso anterior, al aprobar un proyecto
en una zona volcánica en la que la refrigeración no tenía la altura necesaria
para soportar un tsunami como el que se formó. El mayor coste que eso hubiera
supuesto no era tampoco de grandes valores comparado con la inversión total,
pero lo avaricia no perdona ni céntimos. Leí que alguien dijo que era imposible
que sucediese algo que en 100 años no había sucedido. No lo era, puesto que
sucedió. Y no sé dónde se encontrarían informaciones de 100 años, pero me atrevo
a dudar de su fiabilidad. No pasaron 100 años, bastaron 40.
Y
ya que los políticos necesitan ver más allá de sus intereses electorales,
contribuyamos:
- La Unión Europea
debe aprender a actuar como tal y nosotros en ella. De lo contrario, acabaremos
en la marginación, fuera de las conexiones de gas.
- La independencia
del gas y de las nucleares no se ve en un horizonte próximo, así que habrá que
negociarlo en un contexto europeo y con un criterio común si queremos que no
nos desprecien como enanos energéticos y mentales. China, que está
desarrollando el más ambicioso plan nuclear del momento (con cara y ojos, nada
de a escondidas como Francia o Alemania), es tratado por los señores del gas y
el petróleo como uno más, aunque no lo sea.
- La transparencia
que sea real. Tienen que dejar de inventar cuentos demagógicos y escuchar la
voz de los técnicos y científicos honestos, que los hay. Y hacérsela oír a sus
desinformados ciudadanos. Que conozcan lo que son las centrales modernas, su
eficiencia, su seguridad y su necesidad. Que los gobernantes no mientan ni
asusten para su provecho. Que empiecen por aprender ellos mismos y sus verdes,
a los que puede sobrar ilusión y faltar conocimientos.
No
quiero despedirme sin contestar a los lectores que me critican por olvidar las
hidráulicas. No es olvido, es voluntario. Creo que intervienen poco en este
juego, primero no crean debate técnico, ya que generan energía síncrona y
limpia, asimilable para las redes. Después porque nuestro gobierno no simpatiza
con ellas. De las 239 que fueron eliminadas en 2021 en todos los países de la
UE, se derribaron casi la mitad (108) en España. 140 en 2022. Y la cifra se mantiene.
En 2024 cayeron 99. Piensen en añadir rehabilitar a la lista con preferencia a
destruir. Aunque sean antiguas. Los romanos y los árabes las construían por
algo.
Un abrazo , seguiré leyendote. José Ramón
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