Derechos Humanos (XXV), por A. Fernández García
(Continuación)
Artículo 25.
1. Toda persona tiene derecho a un nivel de
vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y
en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los
servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo,
enfermedad, invalidez, viudez, vejez, u otros casos de pérdida de sus medios de
subsistencia por circunstancias ajenas.
En nuestro país en el momento actual
la cobertura social es sin duda la más completa que haya habido nunca. Eso no quiere
decir que no haya lagunas lamentables pendientes aún de cubrir. En un estado de
49 millones de habitantes hay entre 12 o 13 millones en régimen de pobreza, ¿cómo
pasar el mes con los gastos que tenemos?
En un programa televisivo que tuve
ocasión de escuchar comparaban el municipio de mayores ingresos por habitante, en
este caso Pozuelo de Alarcón y en la parte contraria más pobre al sur de Badajoz,
Higuera de Vargas, un municipio de 1.856 habitantes y una renta 13.746€ consideran
que tienen calidad de vida. Sin embargo, a la hora de la verdad, el entendimiento
entre los vecinos, la solidaridad no exenta de picaresca y de los pagos en dinero
negro se alivia la limitada renta.
Lejos de allí el internet me descubre
varios pueblos más pobres, entre los que destaca Huesa de 2.490 habitantes con una
renta anual de 7.603€ en la ladera de la sierra de Cazorla, con dependencia total
del olivar y su temporalidad; “un pueblo con la maleta a cuestas” y un 40% de su
suelo de zona protegida medioambiental como de turismo sostenible.
Nuestro sistema de sanidad pública
figura entre los mejores de Europa, con las inasumibles esperas, desesperantes para
los pacientes y tan denunciadas por los mismos sanitarios.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho
a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños nacidos de matrimonio o fuera
de matrimonio tiene derecho a igual protección social.
Estoy convencido de que nuestra cobertura
social, en estos momentos históricos, es la mejor que se haya conocido hasta ahora.
Eso no quiere decir que no se pueda mejorar, especialmente el aspecto de la maternidad,
con dos objetivos muy claros: por una parte, fomentar la natalidad en un país con
decenios de saldo negativo, en crecimiento vegetativo. España necesita y puede crecer
en población y no depender solamente del incremento inmigratorio. Por otra parte,
el gobierno, sea del signo que sea, debe velar porque se aplique “Todos los
niños nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio”. Pues uno siente una
gran preocupación cuando oye por los medios de comunicación que en alguna comunidad
autónoma con gran peso de la derecha se discrimine a los hijos o niños monoparentales.
Tal vez, en próximo número deba referir este mismo artículo al área internacional.
(continuará)
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