Cómo sacar mayor partido al verano con una alimentación adecuada, por Rosa Frasquet Pérez
El verano es una época esperada por muchos, pero
también es una estación en la que nuestro cuerpo se enfrenta a múltiples
desafíos: altas temperaturas, humedad, cambios de rutina y alimentación, y una
mayor exposición al sol. Para disfrutarlo al máximo y con buena salud, es clave
cuidar lo que comemos y bebemos.
Uno de los aspectos más importantes es
protegernos del sol desde dentro. La alimentación puede ayudarnos a preparar la
piel para la radiación solar. Los alimentos ricos en vitamina A, entre
los que se encuentran los carotenos, como los vegetales de color naranja y
amarillo (zanahoria, nísperos, melocotones, albaricoques, mango, calabaza,
boniato) y las espinacas, estimulan la producción de melanina, un pigmento que
protege la piel. También los productos lácteos y el pescado azul, ricos en
retinol, contribuyen a su salud.
Además, necesitamos reforzar nuestras defensas
antioxidantes. Las vitaminas C y E, junto con minerales como selenio
y zinc, además de la vitamina A antes descrita, combaten los
radicales libres generados por la exposición solar. Los encontrarás en frutas
como el kiwi, cítricos, fresas y en alimentos como el aguacate, frutos secos,
mariscos, cereales integrales y especias como el orégano. No olvidemos los
coloridos frutos rojos, morados y azules (arándanos, moras, remolacha), ricos
en flavonoides, y los vegetales blancos que contienen indoles, como ajo y
cebolla, con propiedades protectoras contra ciertas enfermedades y por
supuesto, con poder antioxidante.
Para combatir el calor, lo mejor es recurrir a
los alimentos “enfriadores”, muy usados en las “medicinas tradicionales
orientales” como los gazpachos, ensaladas frescas y frutas de temporada: melón,
sandía, cerezas, paraguayos, higos… También ayudan los fermentados como el
yogur o el kéfir, y los granos y semillas germinados.
El agua es nuestra mejor aliada. Se
recomienda beber entre litro y medio y dos litros y medio al día, siempre a
temperatura ambiente. Aunque apetezca una cerveza fría, el alcohol deshidrata y
puede intensificar la fatiga y el dolor de cabeza. El agua es el único alimento
verdaderamente hidratante, y tomarla fría puede entorpecer la digestión y
provocar efectos indeseados como la sudoración excesiva o incluso el temido
corte de digestión.
En los días más calurosos, lo ideal es evitar la
exposición directa al sol en las horas centrales del día y mantenernos frescos
e hidratados. También es conveniente reducir el consumo de cafeína y bebidas
alcohólicas, ya que agravan la deshidratación.
¿Sufres de retención de líquidos? El calor la
puede empeorar. Para aliviarla, apuesta por alimentos diuréticos y ricos en
potasio como el pepino, melón, plátano, champiñones o calabacín, además de
hierbas frescas como la albahaca y el orégano.
Y no olvidemos el placer de un baño en el mar.
Además de refrescante, es terapéutico: relaja, mejora la circulación, favorece
la eliminación de toxinas, facilita la homeostasis y ayuda en la recuperación
muscular y de la piel.
Este verano, cuida tu alimentación y tu cuerpo te
lo agradecerá. Porque disfrutar del verano también es cuestión de salud.
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